RESEÑA: EL FANTASMA DE JOHN JAGO, WILKIE COLLINS
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Fuente: Undine von Reinecke |
Ficha Técnica
Editorial: Belvedere
Traducción: Miguel Ángel Herranz
Tamaño: 14 x 21 cm
Páginas: 103
Primera edición: mayo 2025
Encuadernación: rústica
ISBN: 978-84-949063-6-7
PVP: 13,85 €
Sinopsis de la Editorial
El fantasma de John Jago narra los sucesos que tienen lugar en un entorno rural en el que las relaciones familiares distan de ser tan armoniosas como el entorno sugiere. Un abogado londinense viaja por prescripción facultativa a los Estados Unidos y será testigo de la misteriosa desaparición de John Jago, capataz de la granja. Con la ayuda de la prima de los hermanos Meadowcraft, tratará de descubrir que ha sucedido con él.
Propuesta musical para este libro
She wandered down the mountain side, Frederic Emes Clay
(Intérpretes Joan Hammond y Ivor Newton)
*Crédito del vídeo: Canal de YouTube Christopher Goddard
La obra que el lector está escuchando es She wandered down the mountain side, una pieza compuesta para voz y piano por el músico inglés, nacido en París, Frederic Emes Clay (1838-1889), y fue publicada en 1860 por la editorial musical London: Boosey & Co.
Clay, que era especialmente conocido por las canciones y musicales que escribía para el teatro, pertenecía a una saga relacionada íntimamente con el mundo de la música. Su padre, que fue miembro del partido radical en el Parlamento, era también compositor aficionado, y su abuelo fue cantante de ópera. Sin embargo, pese haberse formado en las disciplinas del piano, el violín y la composición, su vida profesional corrió en primera instancia por otros derroteros. Primero trabajó como administrativo para el Tesoro de Su Majestad, luego fue secretario del Primer Ministro Benjamin Disraelí y, algún tiempo después desempeñó algunos trabajos para el también Primer Ministro W. E. Gladstone.
No fue hasta la edad de veinte años, que Frederic Clay se sintió atraído por la profesión musical, seducido por Il Trovatore de Verdi que escuchó en el Covent Garden londinense. Desde ese momento, el compositor inglés inició una fulgurante carrera, paralelamente a sus labores como administrativo, que le llevó especialmente a escribir temas para espectáculos musicales, colaborando con célebres figuras de la ópera cómica, como el músico Arthur Sullivan (1842-1900), entre otros. Ejemplo de su trabajo son sus óperas cómicas Ages Ago (1869) o Princess Toto (1875), aunque también escribió un elevado número de canciones y cantatas.
He elegido la canción She wandered down the mountain side de Frederic Emes Clay para acompañar la reseña de hoy, porque la pieza se escuchaba en Londres cuando apareció El fantasma de John Jago. Por otro lado, Frederic Clay y Wilkie Collins eran contemporáneos, y ambos creativos fueron hombres polivalentes y con un sentido del humor muy particular.
Lo que Undine opina del libro
<Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.> Sócrates (470 AC-399 AC)
Decía el pintor y escritor español Santiago Rusiñol i Prats (1861-1931), que cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón. Si obviamos el lado hilarante que podría despertar esta sentencia, basado en un fondo de satírica verdad, también es cierto que, históricamente, la justicia no siempre ha sido administrada con equidad. Sólo hay que tirar de hemeroteca, para encontrar determinados casos cuyos procesos carecen de fiabilidad. A fin de cuentas, la administración justa de las leyes dependen del individuo y, como ser imperfecto, sus acciones pueden estar expuestas, cómo mínimo, a falta de profesionalidad.
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Edición de Gale, Making of Modern Law, 2012 Fuente: abebooks.com |
Al parecer, estos jóvenes fueron señalados como culpables del asesinato de su cuñado, un hombre que trabajaba junto a ellos en la granja familiar. Cuando Russell Colvin, el difunto en cuestión, desapareció sin dejar rastro, las sospechas sobre su posible muerte recayeron sobre los hermanos Boorn inexorablemente, porque ambos habían manifestado abiertamente su desprecio por el que era esposo de su hermana. Al parecer, este sujeto abusaba de la familia, desentendiendose de sus obligaciones en la granja y ocupando su tiempo en la taberna del lugar.
Sea como sea, como el cuerpo de Colvin no apareció, no hubo manera de condenar a los Boorn en primera instancia.
Siete años más tarde, cuando el tío de los presuntos asesinos afirmó haberse topado reiteradamente con el fantasma de Rusell Colvin, haciéndolo partícipe de su muerte, e indicando dónde se hallaban sus restos, las sospechas volvieron a recaer sobre los hermanos, aunque el espectro no los había señalado como artífices del crimen.
Así las cosas, se excavó en la granja de los Boorn, donde se hallaron diferentes restos de objetos, que Sally Boorn Colvin, hermana de los presuntos culpables y esposa del finado, identificó como pertenecientes a su marido. Ella tenía motivos nada honestos para hacer esa afirmación. ¿Qué podría esconder esta mujer para hacer tal afirmación?
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Edición de Gale, Making of Modern Law,, 1600-1926 Fuente: Amazon |
Tras un juicio cuyo proceso fue cuando menos cuestionable –las pruebas no eran concluyentes y las confesiones de los acusados presentaban serias dudas en cuanto a su veracidad–, el jurado determinó su culpabilidad y emitió sendas condenas contra los Boorn: Jesse fue condenado a cadena perpetua y sobre Stephen recayó la pena capital.
Sin embargo, la suerte cayó del lado de los acusados, porque la prensa norteamericana se hizo eco de la noticia, y gracias a dos artículos publicados en el Evening Post de Nueva York, uno fechado el 6 de noviembre de 1819 y el otro el 22 de diciembre del mismo año, ocasionaron la condonación de las penas emitidas contra los Boorn. Un lector del periódico que tenía la clave sobre el asunto, y que no sabía nada del juicio hasta ese momento, fue su salvador.
Este fue el primer caso de la historia en que se exoneró a un acusado de asesinato. El tema fue tan mediático, que ofrecía grandes posibilidades a las mentes novelescas.
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Leonard Sargeant, Abogado de Vermont (1841) de Horace Bundy Galería Nacional de Arte, EE. UU. (Fuente: Wikipedia) |
Me refiero a El fantasma de John Jago firmado por Wilkie Collins, relato publicado recientemente por la editorial Belvedere, con la traducción de Miguel Ángel Herranz, quien había contribuído antes con su trabajo en El hotel encantado 👈de Wilikie Collins, cuento también perteneciente a los fondos de esta estupenda editorial madrileña.
El fantasma de John Jago comienza así:
< -El corazón está bien dijo el doctor-. Los pulmones también. No tiene ninguna enfermedad orgánica que yo pueda apreciar. No se alarme, Philip Lefrank. Aún no se va a morir. Lo que tiene usted es… sobrecarga de trabajo. El remedio en su caso es descansar.>
Philip Lefrank es un joven abogado de la City londinense. Su salud se ha visto comprometida por el exceso de trabajo, ya que está iniciando su carrera como letrado, y debe aplicarse duramente para afianzarse como profesional. Sin embargo, cuando un desvaído momentáneo le ha llevado ante el doctor, éste le ha prescrito descanso, so pena de perder completamente la salud.
Con tal motivo, Lefrank decide embarcarse hacia los Estados Unidos, porque allí tiene un pariente que le ha invitado reiteradamente a pasar una temporada en Morwick Farm, la granja que Isaac Meadowcraft adquirió al llegar al Nuevo Mundo desde su Inglaterra natal.
Así las cosas, cuando el joven abogado se apea en la estación ferroviaria de su destino vacacional, es recibido amablemente por Ambrose, el hijo mayor de su tío y anfitrión. Sin embargo, al llegar finalmente al hogar de los Meadowcraft, Philip se topa con un panorama familiar inquietante: su tío está muy enfermo, y sólo parece confiar en dos personas, su hija mayor, una solterona beatorra, fría y antipática, y en John Jago, el capataz de la finca; sus primos, el antes mencionado Ambrose y Silas, su hermano menor, parecen ser despreciados por su progenitor, y se comportan de manera violenta, tanto con su padre como con el hombre responsable de Morwick Farm.
A todo esto, la granja cuenta con una invitada. Se trata de la dulce Noemi Colebrook, una joven protegida de la familia y prometida de Ambrose, quien parece ser la única persona normal, sintiendo Philip Lefrank hacia ella una atracción especial.
A la mañana siguiente, tras una pelea entre Silas Meadowcraft con el capataz, John Jago se esfuma sin dejar rastro. Su desaparición resulta tan sospechosa, teniendo en cuenta los violentos altercados que éste venía teniendo con los hermanos Meadowcraft que, tiempo después, un pastor metodista asegura haberse entrevistado con el fantasma de Jago, y todo parece apuntar hacia Ambrose y Silas como los autores de su asesinato. ¿Qué ocurrirá en las investigaciones que se realicen y en el posterior proceso judicial? ¿Conseguirán Naomi y Philip dar con la pista final?
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Edición de Shepard & Gill, Boston 1874 Fuente: www.wilkie-collins.info/books_frozen_deep.htm |
Sea como sea, la historia causó tanta sensación, que ha visto desde entonces muchas ediciones impresas, y también ha sido adaptada para la radio, formando parte del serial titulado Suspense que emitió la CBS en 1953. Y no es para menos que El fantasma de John Jago recibiera tanta atención, porque la historia ostenta el brillo y la lucidez que caracteriza la obra integral del genial escritor inglés. ¿Quién, aparte de Charles Dickens, su colega y amigo, podría elegir una historia tan siniestra y retorcida y convertirla en un relato tan seductor, repleto de misterio y emoción y que, por qué no decirlo, contiene una dosis perfecta de cautivador romanticismo? Y todo ello, sin caer en el morbo innecesario, tan presente en el thriller actual, ni la mojigatería insufrible, que caracterizó a la mayor parte de los folletines victorianos del momento.
La clave del asunto, según mi opinión, radica en el ingenio de Collins. Me explico, el autor supo elegir acertadamente a su narrador, el abogado inglés Philip Lefrank, una figura literaria de ficción no existente en la historia real que le sirvió de inspiración. Por otro lado, al otorgar nuevas personalidades a los protagonistas implicados en los hechos, perfilando a cada uno de ellos con perspicacia y construyendo para estas figuras un cuadro de interés, consiguió crear una atmósfera perfecta para el relato, sombría y cargada de un cierto tenebrismo, que resulta estupenda para la historia que quería contar.
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Ilustración del presunto crimen de Russell Colvin, 1812 Fuente: Web www.law.northwestern.edu |
Con estas herramientas tan particulares, el novelista no necesitó más. Su chispeante ingenio junto a sus asombrosas dotes narrativas hicieron el resto. El resultado fue una historia magníficamente planteada, concisa y muy bien desarrollada, que secuestra desde el primer momento al lector, dejándolo satisfecho pese a su brevedad. Collins poseía un talento prodigioso, conocía la naturaleza humana de manera extraordinaria. Y esta circunstancia se refleja en sus escritos, capaces de agradar a un espectro muy amplio del público lector.
En el caso de El fantasma de John Jago, el relato puede contentar a los que esperan una historia criminal; también puede satisfacer a los aficionados al thriller tradicional, o a las personas aficionadas a novelas basadas en casos judiciales; y, cómo no, Wilkie Collins incluyó motivos para hacer felices a los lectores más románticos. Esto último es marca de la casa, como también lo son los guiños de talante humorístico...Sólo Collins se atrevería a señalar a un pastor metodista como víctima de una aparición fantasmal.
Sea como sea, si tenemos presente que esta nouvelle apenas supera las ciento treinta páginas, no sería aventurado suponer que Wilkie Collins era un maestro, no sólo creando misterios excepcionales como La mujer de blanco (1860) o Armandale (1866), o creando culebrones como Marido y mujer (1870) o La nueva Magdalena (1873), que aumentaron su celebridad; Collins también fue un magnífico narrador que, con su chispa e intuición, hizo del cuento breve un vehículo potente y veloz para volar con la imaginación.
<Nuestra imaginación nos agranda tanto el tiempo presente, que hacemos de la eternidad una nada, y de la nada una eternidad.> Blaise Pascal (1623-1662)
Undine von Reinecke ♪
El autor por la Editorial
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Wilkie Collins por Rudolph Lehmann (1880) Fuente: Wikipedia |
¡Hola! Me parece interesante la manera en la que está enfocada pero en este caso no me llama mucho la atención así que no me la llevo anotada. Un besote :)
ResponderEliminarQuerida Undine:
ResponderEliminarEs habitual que los grandes escritores encuentren historias por todas partes y saquen joyitas. No sé por qué no he leído más de Collins, del que solo leí el del Hotel en Venecia. Reconozco que me dejó llevar mucho por las novedades en las bibliotecas, están ahí puestas tan apetecibles..
Voy a buscar este relato. A mí lo de meter un inocente en la cárcel me da un miedo terrible. Es que solo un día que esté ya es una barbaridad. Y pensar estos casos actuales como el de Dolores pone los pelos de punta. Que hubiera errores en aquella época, igual entraba un poco en lo comprensible pero hoy en día no es admisible. De ninguna manera.
Ah, y también leí el que escribió con Dickens de los dos viajeros Indolentes o algo así era el título.
Besotes y un fuerte y refrescante abrazo
Hola, Undine.
ResponderEliminarHe leído solo tres novelas de Wilkie Collins y las tres me han gustado mucho. Anoto ahora esta que promete ser muy interesante también. El true crime me gusta mucho y de la mano de un autor como este resulta mucho más atractivo. Por lo que entiendo de tu reseña, ni en el caso real ni en el de ficción se llegó a encontrar nunca el cadáver ¿no? ¿Cómo se puede condenar a alguien por asesinato sin muerto? ¿O sirven los fantasmas como prueba? Anotada queda.
Un beso.