RESEÑA: MEMORIAS. DE MOSCÚ AL MAR NEGRO, TEFFI

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial: Libros del Asteroide

Traducción: Alejandro Ariel González

Idioma:Castellano

Idioma original:Ruso

Nº de colección: 325 

Número páginas: 272

Formato: 20 x 12,5

Publicación :Septiembre, 2024 (1ª ed.)

ISBN: 978-84-10178-23-6

Precio: 20.95 €


Sinopsis de la Editorial

Teffi fue una escritora extraordinariamente popular en la Rusia prerrevolucionaria (...) En estas Memorias narra su periplo de Moscú a Constantinopla –ya sea en un vagón de mercancías, en un barco ruinoso o en carreta– mientras se cruza con personajes de lo más diverso que huyen de la guerra civil, «gente sencilla y poco heroica» que, como ella, se vieron arrastrados por el torbellino de la historia.

Considerada la obra cumbre de Teffi, esta narración rebosante de ingenio y humor negro nos habla del caos provocado por la revolución y la guerra y nos invita a reflexionar sobre lo que significa perderlo casi todo. Un libro que nos descubre a una autora cuyo talento para la sátira, su perspicacia y su profunda humanidad la convirtieron en una de las escritoras rusas más queridas del siglo XX.


Propuesta musical para este libro

Gaetano Donizetti - Zabel - Harp solo from "Lucia di Lammermoor" - Daniela Skaf

*Crédito del vídeo: Canal de YouTube danielaskaf

La pieza que el lector está escuchando es el Solo para arpa de Lucía de Lammermoor, una célebre transcripción realizada en 1910 por el músico alemán Albert Zabel (1834-1910), sobre la ópera homónima de Gaetano Donizetti (1835). El germano, que destacó también por ser un virtuoso arpista, tuvo una exitosa carrera musical temprana. De hecho, a la edad de once años dio una gira de conciertos, que le llevó a visitar algunos de los grandes templos musicales de la geografía mundial, destacando sus interpretaciones en Inglaterra, Estados Unidos o Rusia. Como intérprete de arpa, fue solista de la Ópera de Berlín mediando el siglo XIX y, en 1855, fue nombrado arpista principal del Ballet Imperial de San Petersburgo, ciudad donde finalizaría sus días siendo profesor titular y honorífico del Conservatorio de la gran ciudad imperial.

He elegido el Solo para arpa de Alber Zabel porque Teffi menciona en sus Memorias un solo para arpa de Zabel, que la autora escuchó antes de la Revolución en el Teatro Mariinski. De hecho, se refiere a ese recuerdo de su vida como un momento tan inspirador, que la llevó a interesarse por los instrumentos de cuerda. Por otro lado, Albert Zabel desarrolló en San Petersburgo su carrera musical a comienzos del siglo XX, de manera simultánea al éxito literario que obtuvo Teffi.


Lo que Undine opina del libro 


<La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir.> Milan Kundera (1929-2023)


Decía el filósofo y matemático René Descartes (1596-1650), que los malos libros provocan malas costumbres y las malas costumbres provocan buenos libros. De ello da buena cuenta la literatura universal, cuya trayectoria a lo largo de la historia ha dejado grandes ejemplos al respecto. Quizá, en ese sentido, una de las épocas más deslumbrantes sea la llamada Edad de Plata de las letras rusas, que comprende la última década del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX, considerándose su final al concluir la Guerra Civil Rusa. 

Mikhail Yurievich Lermontov (1814—1841), Petr Zabolotskiy 
Fuente: Wikipedia

Época singularmente creativa y prolífica, que nada o poco tuvo que envidiar a la aclamada literatura decimonónica rusa, protagonizada por literatos de la talla de Pushkin o Lermontov, fue una etapa en la que florecieron multitud de escuelas poéticas, en la que movimientos artísticos como el simbolismo, el futurismo o el acmeísmo coparon la atención. El número de eminentes pensadores fue elevadísimo y, por vez primera en la historia de aquel país, las mujeres fueron aceptadas formal y académicamente en aquel privilegiado círculo intelectual. 

Por ese motivo, cuando en San Petersburgo se puso de moda el café artístico El Perro Vagabundo, era frecuente ver al primer Premio Nobel ruso Ivan Bunin, o al célebre autor de Doctor Zhivago Boris Pasternak, compartiendo tertulia y momentos “sagrados” con las damas eruditas de aquella ciudad.

El Perro Vagabundo estuvo en activo desde 1911 hasta 1915, y estaba situado en el lugar que hoy día se conoce como Plaza de las Artes ( Площадь Искусств). El local hacía las veces de café, cantina e, incluso, de cabaret. Aquel centro neurálgico de la cultura rusa sólo abría tres días a la semana, y sus acólitos de más prestigio solían llegar a medianoche, siendo éstos un polo de atracción para un público menos selecto, compuesto por funcionarios de la casa imperial y curiosos de otros ámbitos de la vida profesional. Su fundación corrió a cargo del empresario teatral y actor Boris Konstantinovich Pronin (1875-1946) quien, apoyado por la Sociedad de Teatro Íntimo, de la que formaba parte Alexei Tolstoi (1883-1945) -eminente escritor, vinculado familiarmente con Iván Turguénev y Lev Tolstói-, bautizaron el local bajo ese curioso nombre perruno, como alegoría de las costumbres bohemias de la gente que acogía. El salón había sido concebido como refugio de los artistas peterburgueses que, hasta ese momento, no se identificaban con ningún otro lugar fijo para celebrar sus tertulias.

Tanta gloria cobró el café entre poetas, escritores, músicos, actores y artistas de todo género de aquellos días prerrevolucionarios de la Edad de Plata, que muchos de ellos consideraban El Perro Vagabundo como un segundo hogar. Allí, podían disfrutar de representaciones teatrales, conferencias, poesía y veladas musicales, que eran un ejemplo magnífico de la creatividad rusa vanguardista.

Tamara Platonovna Karsavina, aprox. 1910
Fuente: Wikipedia

A los nombres masculinos de literatos antes referidos, cuyo legado creativo se debe celebrar, habría que añadir un largo listado, e incluir en él muchos otros ilustres de género femenino. Entre las paredes de aquel lugar se vio a damas como Tamara Platonovna Karsavina (1875-1978), célebre por pertenecer al Ballet Ruso de Diaghilev y por ser bailarina principal en el Mariinsky; también participó de las tertulias la poeta Anna Andreevna Akhmatova (1889-1966), que fue una de las figuras más importantes del movimiento acmeísta; más conocida es en occidente la poeta Marina Svetáieva (1892-1941), cuyos trabajos memorables copan la actualidad; y notable fue también la presencia en el café de Nadezhda Aleksandrovna, mundialmente conocida bajo el pseudónimo de Teffi, quien fuera una de las escritoras y dramaturgas más famosas de aquellos días, y la autora de Memorias. De Moscú al mar Negro, que es la obra protagonista de la reseña de hoy.

No obstante, antes de entrar en materia, parece conveniente poner en antecedentes a mis lectores sobre quién era realmente Teffi, ya que, pese haber sido una destacada figura literaria de la Edad de Plata, tras su desaparición a mediados del siglo XX, su persona quedó prácticamente relegada al olvido. Comencemos.

Teffi, que es el pseudónimo de Nadezhda Lokhvitskaya (1872-1952), nació en el seno de una ilustre y acomodada familia de San Petersburgo. Su padre, Alexander Vladimirovich Lokhvitsk, era un hombre enormemente cultivado y un personaje eminente de la ciudad, que se dedicaba profesionalmente a la abogacía. Por su parte, la madre de Teffi, cuyo nombre era Varvara Alexandrovna Goye, era una mujer interesada en la poesía y en la literatura universal, que inculcó muy pronto a sus hijas el gusto por la lectura. De hecho, las cuatro se convirtieron en escritoras.

Sin embargo, la carrera de Teffi como literata no fue inmediata, su temprano matrimonio con el jurista polaco Vladislav Buchinsky, un caballero con el que fue sumamente infeliz, pese a haberle dado dos hijas y un hijo, supuso un impedimento absoluto para ello. Por ese motivo, su vida profesional comenzó ya iniciado el siglo XX, una vez divorciada de su marido, del que se separó en 1900, dejando atrás a sus vástagos junto con él. 

Chejov y Gorki por Leonid Valentinovich Sredin (Yalta, 1910)
Fuente: Wikipedia

Fue entonces cuando la escritora regresó a San Petersburgo y, dispuesta a dar un giro a su vida, entró en contacto con figuras como Maxim Gorki, y comenzó a colaborar con publicaciones de pensamiento bolchevique como la revista Novaya Zhizn, en la que publicaba textos de pensamiento anti-zarista; rondaba el año 1905. Sin embargo, muy pronto se desencantó de estas ideas y se desligó del pensamiento que daría lugar en 1917 a la Revolución de Octubre.

Teffi adquirió fama muy pronto, años antes de comenzar la guerra. Su actividad literaria fue muy prolífica y diversa, publicando colecciones de poesía, varias obras de teatro de un acto y cuentos, muchos de ellos de carácter humorístico y satírico, que publicaba en revistas de prestigio como El Satiricón o La palabra rusa. Tanto éxito cosecharon sus obras y tan célebre se volvió que, además de contar entre sus lectores a fans tan diversos y notables como el zar Nicolas II, Rasputín o el mismo Lenin, una figura que ella satirizó con animadversión, su nombre fue utilizado comercialmente en perfumes y caramelos; demostrando que era sinónimo de éxito. 

Grigori Rasputín (1864-1916) Fuente: Wikipedia

Sin embargo, los tiempos se tornaron oscuros, el estallido de dos terribles contiendas vendrían a ensombrecer su mundo: la Gran Guerra y la Guerra Civil Rusa.

Como resultado de ello, en 1918, después de haber abandonado Petersburgo - la ciudad ya había cambiado de nombre-, y haberse afincado en Moscú, la situación de Teffi se volvió confusa, comenzando a peligrar su integridad personal. Por ese motivo, bajo la excusa de una gira teatral, la escritora inició un viaje en dirección sur a través de Rusia, la actual Ucrania y Odessa, llegando finalmente a la actual Estambul; y es justamente esta aventura la que narran sus Memorias.

Sin embargo, su periplo finalizó en 1920, cuando la aclamada escritora llegó a Francia y, como muchos de sus colegas expatriados rusos, entre los cabe destacar a Iván Bunin (1870-1953), Aleksandr Kuprín (1870-1938) 👈o Nina Berbérova (1901-1993)👈,se estableció definitivamente en París. Allí comenzó una nueva y prolífica etapa literaria, colaborando con publicaciones rusas afincadas en la capital francesa, llegando a publicar varias colecciones de poemas simbolistas, cuentos, bocetos sobre grandes personajes y su única novela (1932). La escritora finalizaría sus días en la capital francesa en 1952, no sin antes haber dejado un importante legado histórico y sociocultural: sus Memorias. De Moscú al mar Negro.

El texto Memorias. De Moscú al mar Negro ha sido publicado en septiembre de 2024 por la editorial Libros del Asteroide, en una edición estupenda, que cuenta con la traducción de Alejandro Ariel González.

Memorias. De Moscú al mar Negro comienza así:


<Moscú. Otoño. Frío.

Mi vida cotidiana en Petersburgo ha sido liquidada. Han cerrado La Palabra Rusa. No hay ninguna perspectiva.>

 

Memorias. De Moscú al mar Negro narra el viaje que emprendió Teffi en 1918, un periplo que duró apenas un año, y que la llevaría a recorrer la geografía Rusa, de estación ferroviaria en estación ferroviaria, de población en población, siempre en dirección sur. La escritora, sin esperanzas ni perspectivas de ningún tipo, en medio de una Moscú acuciada por el caos y el terror ocasionados por la Guerra Civil, aprovechó la oferta de un “curioso” empresario, que pretendía hacer negocio gracias a la celebridad de Teffi. Así las cosas, la escritora, acompañada de este oscuro sujeto, de su amigo y colega Arkadi Avérchenko (1881-1925) y de un reducido grupo de actores, inició una aventura camino de Odessa, cuyo final ella jamás hubiera presagiado ni deseado. La escritora jamás regresaría a su querida Rusia natal.

Fuente: Libros del Asteroide

Memorias. De Moscú al mar Negro, es un texto fantástico, emotivo, emocionante y, por qué no decirlo, incluso divertido. La obra fue publicada originalmente por entregas en el periódico Vozrozhdenie de París, entre diciembre de 1928 y enero de 1930. La escritora, al igual que hizo su admirado colega Iván Bunin en Días malditos (1925/26-1936), quiso narrar con su propio y característico estilo las experiencias que vivió durante los mismos y aciagos días, huyendo de una Rusia crispada por el odio y la sinrazón. Y a su paso se topó con todo tipo de individuos y vicisitudes, propias de la etapa que le tocó vivir. 

En aquellos días, como mis lectores probablemente sabrán, Rusia era un país azotado por las luchas internas. Los bolcheviques y el ejército blanco, estos últimos ayudados por  la fuerzas exteriores llegadas desde Francia y Alemania, durante sus mutuas persecuciones y las respectivas toma de ciudades, a menudo provocaban la estampida de ciudadanos que, aterrorizados, conocían de antemano cuáles eran las sangrientas consecuencias de quedar en manos de un ejército eventualmente vencedor.

Así lo relata Teffi en su relato, en el que no escatima detalles alusivos al miedo, al hambre y a la miseria que vio padecer y padeció, como tampoco guarda silencio sobre la hipocresía y la malicia que reinaba entre el gentío en aquellos días. Del mismo modo, las anécdotas referentes a las denuncias entre conciudadanos, o el temor a un más que probable arresto y la consiguiente ejecución, hacen de estas memorias un texto vívido y, por momentos, escalofriante. Y, pese a que la escritora asegura en todo momento no sentir angustia por la propia vida, si se muestra afectada ante la posible pérdida de una persona querida. De hecho, son múltiples las anécdotas al respecto, porque la autora perdió un gran número de personas queridas en aquellos días, entre conocidos y familia; y es en esos pasajes del texto donde Teffi abandona su casi permanente estilo satírico, para tornarse bucólica, intimista y realista

Arkady Averchenko, escritor y compañero de viaje
de Teffi (Fuente: Wikipedia)

Mencionaba líneas arriba, que en estas emocionantes páginas aparecen un sin fin de personajes variopintos y curiosos, poseedores todos ellos de esa Alma Rusa siempre aludida, que parecen sacados del folclore más arraigado del país. La habilidad descriptiva de Teffi para referirse a esos individuos es asombrosa, evidenciando una capacidad analítica, psicológica, y potencia estilística, que rebosa a  partes iguales ironía y emotividad.

Con todo y con ello, la narración está basada en hechos reales, de ahí que aparezcan también nombres notables de la cultura rusa. Amigos y conocidos de la autora salpican estas páginas, como también algún que otro personaje del famoseo del momento, sirviendo sus dichas y desventuras como soporte de este apasionante relato. Escritores, aristócratas, empresarios, artistas, médiums, y demás personajes visionarios, pueblan estas páginas como testigos de una época que nunca más retornará.

Pese a las tristes estampas que siembran el texto aquí y allá, y a la oscuridad del momento histórico en el que se ubican, la sonrisa nos acompaña durante la lectura de Memorias. De Moscú al mar Negro; Teffi lo quiso así. De hecho, el relato resulta subyugante por momentos, divertido a raudales y emana hilaridad casi constantemente, dejando constancia de ese espíritu burlón que le valió a su autora ser catalogada como una escritora cómica. Desde mi punto de vista, parca definición para una literata cuya narrativa destila en la misma medida poesía, inteligencia y humanidad.

Sin embargo, paulatinamente y según se va acercando al final de estas memorias, la melancolía y la emoción sobrevuelan los recuerdos, convirtiendo este texto en una estampa elegíaca y emocional, muy similar a las imágenes construidas por algunas escritoras internacionales de su tiempo, como la neozelandesa Katherin Mansfield👈, en cuyo pintoresquismo estético he encontrado paralelismos. De hecho, ambas bebieron de las mismas aguas chejovianas, algo que se hace notar en sus respectivos textos. 

Biografía de Katherine Mansfield, Pietro Citati
Fuente: Undine von Reinecke

Por otro lado, y apuntando en la misma dirección poética, estas páginas de Teffi emanan espiritualidad; la compasión y la empatía hacia el ser humano se hacen patentes en ellas. No en vano, como indica en uno de sus artículos el crítico Robert Chandler, la escritora fue miembro practicante de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y en su obra dejó patente que era sensible hacia estos asuntos. La percepción de Teffi sobre el egoísmo y la crueldad del individuo son evidentes en sus palabras, sin perder por ello la simpatía hacia el ser humano, ni la capacidad de comprenderlo y perdonar.

Más allá del interés literario que puedan poseer estas Memorias, cuya lectura resulta a medio camino entre el género picaresco dieciochesco y el drama shakespeariano, también podríamos atribuirle la virtud de documento histórico, porque en él se refleja con imágenes pulcramente elaboradas la realidad rusa de aquel tiempo, cuyas gentes sobrevivían entre el desconcierto y el miedo. La talentosa pluma de Teffi no se acobardó describiendo la brutalidad del clima imperante, ni la duplicidad de conductas que ésta provocaba en sus semejantes, sin perder por ello la elegancia ni el buen humor.

Y hasta aquí llegan mis impresionesen en la reseña de hoy. Ha sido un placer toparme con esta deslumbrante escritora rusa, una autora tan caústica como emotiva, que fue admirada por grandes literatos rusos de la talla de Ivan Bunin, Vladimir Nabokov o Andrey Platonov, y cuyas palabras llegaron a cada rincón de la diáspora rusa, haciendo patente las palabras del poeta y ensayista Georgy Ivanov (1894-1958), quien se refirió a Teffi como un fenómeno único en la literatura rusa, como un verdadero milagro que la gente seguiría admirando después de cien años, llorando y riendo a la vez.



Undine von Reinecke ♪


La autora por la Editorial

Fuente: Libros del Asteroide

Teffi

Teffi, seudónimo de Nadezhda Alexándrovna Lójvitskaya (San Petersburgo, 1872 - París, 1952), nació en una familia distinguida y muy amante de la literatura. Tanto ella como sus tres hermanas fueron escritoras. Teffi fue una de las autoras más famosas de la Rusia prerrevolucionaria; había incluso caramelos y perfumes con su nombre, y era admirada por personajes tan diversos como Bulgákov, Rasputín, Lenin y el zar Nicolás II. Emigró de la Rusia bolchevique y acabó instalándose en París en 1919, donde se convirtió en una figura relevante del círculo de escritores exiliados, y donde vivió hasta su muerte. Maestra del relato corto, a lo largo de su vida publicó infinidad de cuentos, piezas teatrales y folletines. Entre sus obras, además de sus cuentos, destacan especialmente sus emblemáticas Memorias (Libros del Asteroide, 2024), en las que relata su salida de Rusia durante la guerra civil y que fueron publicadas por entregas en el periódico Vozrozhdenie, en París, entre diciembre de 1928 y enero de 1930. Tras su muerte, Teffi cayó poco a poco en el olvido, pero el fin de la Unión Soviética llevó al redescubrimiento de su obra.


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