RESEÑA: EL LAGARTO NEGRO, EDOGAMA RAMPO

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial: Salamandra

Colección: Salamandra Black

Traducción: Lourdes Porta

Páginas: 192

Target de edad: Adultos

Tipo de encuadernación: Tapa blanda con solapas /

Idioma: Español

Fecha de publicación: 26-01-2017

P. V. P:  15, 20 € (también disponible en eBook y audiolibro, a 6,64 y 14,24 € respectivamente)



Sinopsis de la Editorial


La historia nos sumerge en la lucha sin cuartel entre dos enemigos acérrimos, cuya admiración y fascinación mutuas son un acicate para mantener una rivalidad innegociable. Así pues, Kogor Akechi -el inmortal personaje de Rampo, un detective capaz de solucionar cualquier caso con su brillante interpretación de la escena del crimen y un don para anticiparse al siguiente paso de sus rivales- ha de enfrentarse a la pérfida y sensual madame Midorikawa, quintaesencia de la femme fatale, apodada «Lagarto Negro» por el espectacular tatuaje que luce en un brazo. Midorikawa padece la necesidad enfermiza de coleccionar los objetos más bellos del planeta, y cuando se propone conseguir la joya más preciada de Japón, la fuerza que la empuja no es tanto el afán de satisfacer su deseo como la oportunidad de retar a Akechi y demostrarle que su inteligencia es superior a la de él. El duelo está servido.



Propuesta musical para este libro

Etenraku, Hidemaro Konoye (1931)

* Crédito del vídeo: Canal de YouTube Wellesz Theatre

Etenraku, que significa música traída del cielo, es una pieza musical y danza tradicional de Japón (música denominada gagaku), cuyo origen no se tiene del todo claro, pues hay indicios que hablan también de una posible procedencia china. Sin embargo, la historia de esta melodía está fuertemente ligada al período Heian japonés (794-1185 dC.), cuando echó raíces y se hizo tremendamente popular en el País del Sol Naciente. El Etenraku suele interpretarse con instrumentos de viento japoneses como el hichiriki o el ryūteki, que son acompañados por otros instrumentos tradicionales como el shō, el koto (especie de cítara) y el kakko (tambor de dos parches).

La versión del Etenraku que el lector está escuchando, corresponde al arreglo para orquesta que realizó en 1931 el director y compositor Hidemaro Konoye (1898-1973), que era hermano del Príncipe Fumimaro Konoe, Primer Ministro de Japón durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Hidemaro Konoye fue junto a sus compatriotas Michio Miyagi y Hisatada Otaka, uno de los más importantes músicos japoneses que introdujeron las melodías tradicionales niponas, cuando se intentaban imponer los sones occidentales en su país.



Lo que Undine opina del libro


<Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.> Edgar Allan Poe (1809-1849)


Hoy, 16 de agosto de 2023, llego a Osaka, segunda de las etapas japonesas, correspondientes a la tercera edición de La vuelta al mundo en doce libros 👈. Osaka es la tercera ciudad más grande de Japón, después de Tokio y Yokohama, y se encuentra ubicada en la desembocadura del río Yodo, situado en Honshū, la isla más importante del archipiélago. 

Fuente: Wikipedia

En la actualidad, Osaka representa uno de los puertos y centros industriales más importantes del país, pero su historia se remonta mucho más atrás, cuando se llamaba Naniwa-kyo y el emperador Kotoku Tenno (596-654 d.C.) construyó en ella su palacio, convirtiéndose de este modo en la capital del Imperio entre los años 652 y 654 de nuestra era. La ciudad perdió durante algunos años la capitalía a la muerte del monarca, recuperándola en el año 744 por mandato del emperador Shōmu, para abandonar definitivamente su estatus como centro administrativo del país tan solo un año más tarde, en favor de Heijō-kyō, la actual ciudad de Kioto.

Osaka ha conocido diferentes nombres a lo largo de su historia, y fue durante la era Meiji (1868-1912) cuando se le concedió su denominación actual.

Castillo Ōzaka-jō (Fuente: Wikipedia)

Esta ciudad representa un importante foco cultural de Japón, debido a sus muchos e importantes museos y actividades didácticas, encontrándose en ella algunas de las más prestigiosas universidades del país. Sin embargo, su patrimonio histórico y artístico se vio penosamente comprometido durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue sometida en 1945 a reiterados bombardeos por parte del ejército de Estados Unidos. Los catastróficos resultados de las incursiones aéreas dejaron un número altísimo de muertos y desaparecidos, quedando muy dañada la ciudad, especialmente visibles sus efectos en el área histórica donde se encuentra el Castillo Ōzaka-jō (S. XVI), que representa una de las más importantes edificaciones de su género de Japón, y que afortunadamente ha sido reconstruido en su integridad. 

Otro de los reclamos turísticos históricos de Osaka que desapareció durante la contienda es la Torre Tsūtenkaku. Su nombre significa rozando el cielo, en clara alegoría a la gran altura que alcanzaba cuando se construyó. Esta enorme mole de acero  fue erigida en 1912 en el parque de atracciones Luna, y poco a poco fue convirtiéndose en uno de los polos de atracción más importantes de Japón. Su altura era de sesenta y cuatro metros, y eso la convertía en la segunda torre más alta del continente asiático, recibiendo durante la década de 1920 muchísimas visitas del público nipón para contemplar la grandeza de Osaka desde su punto más alto, al que accedían gracias a un ascensor. Sin embargo, en 1943 un incendio la dejó muy dañada, y las autoridades decidieron demolerla completamente, porque entendían que era un interesante reclamo para los bombarderos norteamericanos. 

La Torre Tsūtenkaku actual
Fuente: Wikipedia

Tras la guerra, en 1956, un conglomerado de empresas y el ayuntamiento de la ciudad decidieron unir sus fuerzas para volver a edificar la Torre Tsūtenkaku en su localización original y siguiendo los planos de Tachu Naito (1886-1970), el arquitecto, ingeniero y profesor nipón artífice de las más importantes torres de comunicaciones a prueba de terremotos y demás fuerzas destructivas de la naturaleza de Japón. Y, de este modo, se pudieron añadir treinta y nueve metros más a la torre, aumentado su altura y resistencia constructiva, en comparación con su envergadura e imagen original, que había tomado como referencia  la Torre Eiffel parisina.

Pues bien, la Torre Tsūtenkaku, que se ha convertido en un icono del progreso del país tras la II Guerra Mundial, me sirve para presentar ante mis lectores el libro que protagoniza la reseña de hoy, porque una de las escenas más singulares de su trama se desarrolla en esta importante edificación japonesa. Me refiero a El lagarto negro, novela perteneciente a Edogawa Rampo, que ha sido publicada en España por la editorial Salamandra, con la traducción de Lourdes Porta.

Quienes siguen Lecturas de Undine desde sus inicios, conocerán que mi incursión en la literatura oriental per se se la debo casi por entero a La vuelta al mundo en doce libros 👈. Hasta hace tres años mis lecturas se centraban principalmente en las letras occidentales. Desde que comencé el reto, no sólo he ampliado mis conocimientos sobre el mundo chino, sino que me he zambullido por vez primera en las letra japonesas, gracias a Doppo Kunikida, el autor del bellísimo libro de relatos Musashino👈, que está considerado el padre del naturalismo japonés. Sin embargo, aún me queda mucho camino por recorrer. Por ese motivo, cuando descubrí el nombre de Edogawa Rampo, y que éste era considerado una leyenda de la novela policiaca, no me resistí a incluirlo en la edición del viaje literario de este año, pues tengo mucho interés en conocer el género negro japonés.

Kuroiwa Ruikō (Fuente: Wikipedia)

Edogawa Rampo es el seudónimo de Tarō Hirai (1894-1965), escritor y crítico literario, considerado uno de los nombres más importantes de la literatura detectivesca japonesa. Muy influido por las corrientes del género occidentales, el escritor se dejó seducir por la narrativa de iconos como Edgar Allan Poe, de quien se dice tomó el nombre para construir su seudónimo, o Arthur Conan Doyle, sirviéndose de ambos para consolidar el género honkaku (misterio clásico japonés), que se había originado en 1889 con Muzan del escritor Kuroiwa Ruikō (1862-1920), una novela cuyo misterio se resuelve siguiendo los procedimientos típicos de la novela occidental de detectives.

De hecho, dicen los entendidos que el misterio honkaku toma como base Los crímenes de la Calle Morgue de Edgar Allan Poe, las novelas protagonizadas por el carismático Sherlock Holmes de Conan Doyle y las historias detectivescas de la Golden Age anglosajona, cuyo principio argumental está protagonizado por un detective con dotes deductivas muy superiores a la media, que le llevan a resolver de manera brillante cualquier misterio que se le cruce por el camino. Si al escritor Okamoto Kidō (1872-1939) se le considera el iniciador del honkaku, gracias a su serie protagonizada por el detective Hanshichi, a Edogawa Rampo se le tiene por el verdadero padre del género, porque su fama y prestigio fuera y dentro de las fronteras niponas ayudó a consolidarlo. 

Y así, gracias a su más famoso detective, el incombustible Akechi Kogorō, personaje que apareció por primera vez en 1924, y que está considerado como el detective ficticio más famoso de Japón, ha Rampo se le considera el rey del género. Es más, la relevancia del famoso sabueso japonés es tal, que su figura ha trascendido más allá del mundo de las letras, para protagonizar muchas otras aventuras en diferentes medios de expresión: cine, ánimes, videojuegos…Y este superdotado detective, inteligente, un as del disfraz, excéntrico donde los haya y un campeón de artes marciales, que tiene claramente semejanzas con el incólume y famoso detective de sir Arthur Conan Doyle, pese a la distancia cultural que los separa, es uno de los protagonistas de El lagarto negro, la novela protagonista de la reseña de hoy.

Isao Kimura, actor que dió vida a Akechi
en la película El lagarto Negro en 1968
(Fuente:Wikipedia)

Esta historia nos traslada a la ciudad de Tokio. Allí, durante una Nochebuena, la más temida dama del crimen, conocida en el mundo del hampa como el Lagarto Negro, recluta a un asesino para que le ayude a cometer un golpe en un lujoso hotel. Se trata de un doble delito, que le llevará a perpetrar un secuestro para hacerse con la joya más valiosa del mundo entero. Su inteligente plan no parece tener agujeros, todo está diseñado al detalle y es difícil que nada se les pueda escapar. Sin embargo, el magnate dueño del diamante, el señor Iwase, ha contratado al famoso detective Akechi Kogorō para proteger su bien más preciado. ¿Será posible que la inteligencia de del Lagarto Negro termine con la brillante carrera de este imbatible sabueso?

El Lagarto Negro es una atractiva y un tanto grotesca novela detectivesca que fue publicada por entregas durante 1934 en Japón. Su trascendencia fue tal, que hoy en día está considerado como un título de culto del género, y  la mejor novela de Edogawa Rampo.

Con un principio argumental muy seductor, que centra su principal interés al comienzo en el personaje femenino malvado, la bellísima y glamurosa señora Midorikawa, también conocida como el Ángel Negro o el Lagarto Negro, la historia plantea una trama inicial muy interesante, con un misterio que sucede en una habitación cerrada.

Tras este episodio inicial, la acción se va volviendo más y más frenética, dividiendo sus intereses en diferentes escenarios, donde el verdadero héroe de esta historia es el perspicaz detective Akechi, que medirá su inteligencia con las fuerzas del mal, representadas en este caso por el antes mencionado Lagarto Negro. Y todo ello en un tono muy cinematográfico y espectacular, que llevará a los lectores a vivir junto a Akechi esta llameante aventura, entre persecuciones automovilísticas y navales, tan pronto disfrazados de vendedores de refrescos, como de marineros.

Akihiro Miwa, actor que dio vida en la película al personaje
 femenino del Lagarto Negro (Fuente: Wikipedia)

Empero, y pese a lo anteriormente dicho, con respecto al interés que se desprende la acción de esta novela, la lucha de poder entre héroe y anti-heroína, desde mi punto de vista, queda solapado durante la narración, por culpa de las constantes aclaraciones del escritor sobre lo que está ocurriendo en la trama. Y yo, que estoy acostumbrada a seguir los esquemas narrativos de la novela clásica  detectivesca occidental, me sentí reiteradamente interrumpida en mis propias deducciones sobre la lectura. Corríjanme mis lectores si es cierto o no que parte del disfrute de este género reside en adivinar cuál es el misterio o los enredos con los que nos quiere confundir el autor. 

Como quiera que sea, y pese a la innegable inspiración que se pueden encontrar en El Lagarto Negro con respecto a la novela de detectives propia de la Golden Age - el autor imita en ella motivos, situaciones y escenarios-, el espíritu japonés de sus personajes es palpable en todo momento, imprimiendo carácter de tal modo en la historia, que la experiencia de su lectura, desde mi punto de vista, puede asemejarse más a la que nos pueda trasmitir un ánime o un video juego japonés.

Es por ese motivo que me referí anteriormente a la novela como un tanto grotesca, si la comparamos con los clásicos policíacos occidentales. La razón principal es que Rampo introduce algunos motivos ambientales muy violentos, acercándola más al género gore que a las historias detectivescas contemporáneas de Occidente. Determinadas escenas, pocas, es cierto, resultan singulares para quienes buscamos principalmente en este género el esfuerzo de la lógica y la elegancia de estilo. 

Con todo y con ello, debo reconocer que algunos giros argumentales me parecieron muy originales, y de haber mantenido el misterio el autor, sin hacer ningún tipo de aclaraciones, El Lagarto Negro me hubiera parecido fascinante y trepidante.

La Torre Tsūtenkaku original (1912)
Fuente: Wikipedia

En otro sentido, un punto a su favor son las descripciones que aparecen en el libro. Rampo no se excede en ellas, ofreciendo al lector un abanico de escenarios muy interesantes para conocer las costumbres y el carácter japonés durante la década de 1930, así como también nos acerca a alguno de los lugares más emblemáticos del país nipón de aquellos años. Si mis lectores lo recuerdan, al inicio de la reseña hice mención de la Torre Tsūtenkaku, donde se desarrollaba una animada escena de acción, en la que el engaño y el disimulo intentan confundir al lector. Esta localización era uno de los lugares más de moda en el momento en que Rampo escribió su novela, y supo imprimirle glamour, acentuando el carácter parisino de la torre, haciendo patente su occidentalización. Lástima que la narración se viera comprometida con las antes mencionadas aclaraciones que el autor hace sobre los acontecimientos que se relatan, porque, de no ser así, esta escena podría compararse con algunas de las secuencias cinematográficas que salieron del ingenio de Alfred Hitchcock. 

Con respecto a la construcción de los personajes, y teniendo presente los notables esfuerzos que hace el autor por imprimir audacia e ingenio a sus actores principales, en mi opinión, estos no resultan creíbles y carecen del “punch” necesario para cautivar a quienes estamos acostumbrados al ritmo detectivesco de figuras como Sherlock Holmes, Poirot, o incluso el contemporáneo Endeavour Morse. Desde mi perspectiva, es difícil empatizar con los personajes. 

Sin embargo, y pese a los peros que  pongo a esta novela, la lectura de El Lagarto Negro no ha carecido para mí de interés. Por un lado, me ha dado la oportunidad de conocer al padre del género honkaku japonés, y por otro, he podido disfrutar de su sentido del humor. Me explico, este título está lleno de guiños cómicos, que el autor dedicaba a su público más fiel, y muchos de ellos tienen que ver con la metaliteratura internacional. Dejo a mis lectores que descubran por sí mismos los misterios que encierra esta curiosa y diferente novela.



<Casi todo lo absurdo de nuestra conducta es resultado de imitar a aquellos a los que no podemos parecernos.> Samuel Johnson (1709-1784)



Undine von Reinecke ♪




Os espero a todos el 20 de septiembre en la Costa Oeste norteamericana. Allí nos espera una nueva etapa de La vuelta al mundo en doce libros 2023.



El autor por la Editorial

Fuente: Wikipedia

Edogawa Rampo, seudónimo de Hirai Tar (1894-1965) surgido de la pronunciación japonesa del nombre de su admirado Edgar Allan Poe, es considerado unánimemente el escritor más relevante de la edad de oro de la narrativa negra japonesa. Autor prolífico, se le atribuyen hasta sesenta y siete novelas y setenta y seis relatos, entre los que destaca la serie protagonizada por el detective Kogor Akechi. Durante gran parte de su carrera, Rampo se volcó en la difusión de la novela negra en Japón, lo que lo llevó a fundar la Asociación Japonesa de Escritores de Misterio, de la que surgió el Premio Edogawa Rampo, que hoy sigue siendo el galardón más prestigioso de su país. Su popularidad continúa viva en Japón, con permanentes reediciones de sus libros, así como adaptaciones al cine, la televisión y el teatro.


Comentarios

  1. Buenos días Undine, a mí siempre me ha atraído la literatura oriental, y poco a poco he ido descubriendo autores; me gusta especialmente la novela de detectives porque piensan y actúan de forma diferente a los occidentales; a Kogor Akechi no lo conozco, pero desde ya me llevo esta novela ( que la reseña se me ha pasado), y que estoy segura, la disfrutaré. Un abrazo.

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