RESEÑA: SILENCIO EN MILÁN, ANNA MARIA ORTESE

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial: Minúscula

Colección: Paisajes narrados, 50

Traducción: César Palma

ISBN: 978-84-95587-87-9

Primera edición: 2012

Páginas: 170

Encuadernación: Rústica con solapas

Formato: 12 x 16,5 cm

Precio con IVA: 14 €


Sinopsis de la Editorial

Atrapar una imagen y reproducirla «viva, grande, colorida, con todos los caracteres precisos de la realidad y todas las deliciosas vacilaciones de lo irreal». Este deseo, que Anna Maria Ortese expresó en su juventud, vertebra toda su obra, que se caracteriza por una originalidad subyugadora. En Silencio en Milán, de 1958, situada en algún punto intermedio entre el relato y la crónica, la mirada tierna y penetrante de Ortese se posa en los personajes de una ciudad de claroscuros con el ánimo de descifrar el misterioso silencio que, a la hora del crepúsculo, invade las calles e impregna los edificios. Y así, casi mágicamente, aflora lo fantasmal de ciertos ambientes urbanos: la estación, los locales nocturnos, los aparthoteles, pero también las pequeñas grandes historias que se viven entre las paredes de las casas, como en el extraordinario «La mudanza», que cierra el volumen.


Propuesta musical para este libro


*Crédito del vídeo: Canal de YouTube Peggy Lee

Provided to YouTube by Universal Music Group

El tema que el lector está escuchando es Johnny Guitar, una canción escrita por Peggy Lee, en colaboración con Victor Young como compositor musical. Esta pieza constituye la melodía principal de la película homónima de 1954, dirigida por Nicholas Ray. Es más, Johnny Guitar suena repetidas veces a lo largo del film, con variaciones musicales sobre el tema. Como curiosidad, decir que Joan Crawford, que es la protagonista, aparece en la pantalla interpretando al piano la pieza.

Por otro lado, otro aspecto interesante de Johnny Guitar es que su melodía recuerda a una  famosa obra del compositor español Enrique Granados. Me refiero a la Danza Española n.º 5: Andaluza, una obra originalmente escrita para piano, que suele escucharse también con frecuencia a la guitarra clásica.

He elegido Johnny Guitar para acompañar la reseña de hoy, porque Anna Maria Ortese la utiliza como motivo ambiental en uno de los relatos que componen Silencio en Milán. De hecho, la canción es contemporánea a la publicación de la obra literaria.


Lo que Undine opina del libro


<Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino.> René Descartes (1596-1650)


Hoy, miércoles 16 de abril de 2025, llego a Milán, actual etapa de mi viaje literario La vuelta al mundo en doce libros, tributo al tren👈. El motivo de mi visita a esta maravillosa ciudad italiana es acercarme hasta el apeadero de trenes más importante de la capital lombarda, que es también la segunda estación con mayor flujo de pasajeros del país y la más grande de Europa en cuanto a volumen. Conocida mundialmente como Stazione di Milano Centrale, la estación fue erigida según un diseño del arquitecto Ulisse Stacchini (1871-1947), y se construyó para sustituir a la anterior Estación Central (1864) que, pese a todo, sigue hoy perenne en la actual Piazza della Repubblica. La razón para construir un nuevo apeadero en Milán se basó en que, a finales del siglo XIX, con el aumento del tráfico ferroviario, la antigua estación había quedado obsoleta porque no tenía capacidad para absorberlo. 

Inauguración de  Stazione di Milano Centrale, 1931 (Fuente: Wikipedia

Con ese motivo, el 9 de febrero de 1898, el Ministerio de Obras Públicas nombró una comisión gubernamental de reforma, que debía estudiar la situación del servicio ferroviario de Milán, con el fin de satisfacer las necesidades del flujo de trenes de cara al futuro. Por otro lado, aquella comisión tuvo en cuenta la próxima apertura del túnel ferroviario del Simplon, cuyas obras finalizaron en 1905, que llegaría a hacerse célebre por estar en la ruta del romántico tren Orient Express, y que aumentó con creces el flujo de viajeros internacionales.

La primera piedra de la Stazione di Milano Centrale se colocó el 29 de abril de 1906, con los monarcas italianos presentes, en la zona que había ocupado el Trotter milanés, que fue el primer estadio de fútbol de la ciudad (1892-1905). 

En 1912 se convocó un nuevo concurso, que pretendía encontrar un proyecto arquitectónico para la terminal que siguiera el modelo de las estaciones germanas de Leipzig y Stuttgart. El diseño que ganó fue el propuesto por el antes mencionado arquitecto Ulisse Stacchini (1871-1947), pero los trabajos iniciales de construcción se paralizaron debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, reanudándose en 1925, y finalizándose seis años más tarde.

 Ulisse Stacchini (antes de 1947)
Fuente: Wikipedia

La inauguración de la estación tuvo lugar el 1 de julio de 1931, asistiendo como personalidades importantes el Ministro de Comunicaciones Costanzo Ciano y el vicario general de la archidiócesis Giacinto Tredici. Como nota curiosa, que habla del ambiente sociopolítico del momento, comentar que Mussolini quería haber asistido al evento como máxima autoridad, pero las críticas vertidas por el que fuera en aquellos días el arzobispo de Milán, condenando la persecución fascista a los miembros de Acción Católica, le indicaron que era más prudente delegar en su ministro. Y este hecho sería premonitorio, ya que años más tarde, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la Stazione di Milano Centrale actuó como punto de partida para los ciudadanos italianos que eran enviados a los campos de concentración nazis.

Sea como sea, desde el punto de vista utilitario, arquitectónico y de diseño, la estación es impresionante. El edificio cuenta con veinticuatro plataformas al servicio de los pasajeros;  su fachada, que es monumental, da a la Piazza Duca d'Aosta, y mide 200 metros de ancho. Tras ella se encuentra la célebre Galleria delle Carrozze, que es el punto principal de entrada a la estación y que, en la actualidad, da acceso a dos líneas de metro. 

Caballo alado de la terraza  de la Stazione
Fuente: Undine von Reinecke

Señalar que en la terraza de dicha galería comercial, dos estatuas de caballos alados la presiden, y estas representan “El progreso, guiado por la voluntad y la inteligencia”. Dicho conjunto escultórico fue diseñado por el artista Armando Violi (1883-1933), y el espíritu de su obra se interpreta como un símbolo totalitarista, siguiendo el carácter que inspiró la construcción de la Stazione di Milano Centrale.

Por otro lado, es de destacar la marquesina que cubre las veinticuatro plataformas, compuesta por cinco bóvedas de hierro y cristal,cuyo descomunal diseño fue obra del ingeniero Alberto Fava (1877-1952). 

En cuanto al estilo arquitectónico de la Stazione di Milano Centrale, esta importante estación luce una aire notoriamente ecléctico, siguiendo las tendencias de diseño del momento. De esta manera, en ella se descubren motivos decorativos del neoclásico, del movimiento liberty o del art déco que, combinados con la monumentalidad de la arquitectura totalitaria ya mencionada, dan como resultado esa imagen tan característica que guardamos en el imaginario de la arquitectura italiana en tiempos del fascimo de Mussolini. 

Sin embargo, pese a su colosal tamaño e innegable grandiosidad, que homenajea a la ancestral arquitectura romana, los materiales de construcción con la que fue edificada la estación no son nobles. De hecho, donde antaño se hubiera colocado revestimientos marmóreos se usó hormigón decorativo, con el que se realizaron los relieves y las estatuas, utilizando también el yeso como material constructivo en algunos frisos o paneles votivos.

Decoraciones en Hormigón (Fuente: Undine von Reinecke)
Otra atención más especial mereció el Pabellón Real. Este aristocrático lugar, que está situado en el piso superior de la estación, fue diseñado para ser utilizado como sala de espera privada para el soberano italiano, su familia y los miembros de la corte, y por ello se destinó un presupuesto más alto para su ejecución. 

El salón se distribuye en dos plantas: la baja está destinada a la Sala de Armas, y está decorada con bajorrelieves de mármol de tema bélico; la superior es la Sala Real por excelencia, desde donde partía el tren real y destaca por su elegancia. Los dos pisos están conectados por una gran escalera de mármol de doble tramo, gran exponente del lujo con el que fue concebido el Pabellón Real. Sin embargo, lo más destacable de este lugar es el tríptico de cerámica diseñado por Basilio Cascella (1860-1950). Ubicado sobre la entrada al pabellón, esta obra de arte supone un homenaje a la nación italiana, y los motivos que utilizó Cascella representan a los monarcas Umberto I Biancamano, Vittorio Emanuele II y, cómo no, a Mussolini a caballo presentando la Italia fascista ante Vittorio Emanuele II, quien fuera el rey reunificador.

El Salón Real fue también utilizado como sala de recepción de la Casa Real. No obstante, durante la Segunda Guerra Mundial y en los años de la posguerra, el pabellón dejaría de utilizarse. Finalmente, tras el referéndum institucional de 1946, que supuso el rechazo del sistema monárquico para Italia, la estancia pasó a llamarse Salón Presidencial y desde entonces está pensado como espacio para exposiciones y eventos, aunque raramente se usa. Sin duda, los horrores bélicos, las acciones del régimen de Musolini y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial impactaron fulminantemente sobre los milaneses y, a causa de ello, vieron en la Stazione di Milano Centrale un símbolo de todo ello.

Fuente: Editorial Minúscula

Así lo deducimos tras leer Silencio en Milán, obra firmada por la escritora y periodista Anna Maria Ortese (1914-1998), que fue publicada en 2012 por la editorial Minúscula, con la traducción de César Palma.

Silencio en Milán nos lleva a los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, concretamente a la década de 1950. Se trata de una serie de ensayos periodísticos novelados, que Anna Maria Ortese escribió durante un viaje que realizó a la capital de la Lombardía. Estos textos fueron publicados en 1958 por la editorial Laterza bajo el título Silenzio a Milano y, en ellos, la autora italiana ponía bajo el microscopio los claroscuros de aquella ciudad, que se adentraba en aquel momento en el mundo de la industria con pulso firme y vertiginoso.

El libro arranca en la Stazione di Milano Centrale. Hasta ella se acercan un periodista y el fotógrafo que colabora con él, con el fin de realizar un reportaje sobre este coloso ferroviario. Durante las horas que pasan allí, en su recorrido por los apeaderos, por las salas de espera, la cafetería y los lugares comunes en los que se cruzan todo tipo de individuos, los reporteros se paran a conversar con ellos sobre sus vidas, sus circunstancias personales y sobre las razones que les han llevado a acercarse hasta la Estación Central. Los dos reporteros van en busca del espíritu que reinaba en aquel lugar, centro neurálgico de la ciudad industrial y emblema de lo que fue el Milán de Mussolini.

Zona ajardinada de Milán con el Arco della Pace al fondo ( Puerta Sempione)
Fuente: Undine von Reinecke

Tras este periplo en torno al gigante ferroviario, el segundo documental tiene otro carácter: estudiar la vida del orfanato Arese, una institución que estaba situada a pocos kilómetros de Milán. Allí, en época navideña, los dos reporteros quieren investigar cómo celebran las fiestas los chavales que acoge la institución, y conocer de primera mano qué tipo de vida les espera a esas doscientas almas abandonadas por sus respectivas familias. Como nota en común para todos ellos, la pobreza, la marginación y un futuro poco halagüeño.

Después de este relato sombrío sobre la infancia de un porcentaje importante de la población italiana de entonces, la escritora cambia de registro para hacer una tourné por los nightclubs de la ciudad. En su recorrido, penetra en salas lujosas, conoce las que visitan los milaneses de clase media, y también hace una inmersión en bares de mala muerte, donde el alter ego de la escritora dice toparse con el alma del verdadero Milán.

Pero, ¿quiénes son realmente los habitantes de Milán, dónde y cómo viven esos ciudadanos que trabajan al nuevo ritmo de esta mole industrial? Hay que seguir leyendo los artículos de Silencio en Milán para conocer la respuesta.

Edificios de Piero Portaluppi (1888-1967), Piazza del Duomo Milán

La nueva arquitectura y la vivienda milanesa de la era de la modernización son evaluados en La pirámide por la caústica pluma de Ortese. En este ensayo, la escritora compara las nuevas edificaciones y el ritmo de vida que habita en ellas con el alma perdida de la antigua Lombardía. De sus palabras se traduce una cierta y bucólica añoranza, evocadora de los campos lombardos sin corromper, y las gentes humildes que antaño los trabajaban. 

Evidentemente, al mismo ritmo que crece la industria, el urbanismo de Milán extiende invasivamente sus fronteras. Anna Maria Ortese se traslada a los suburbios de la ciudad en el ensayo titulado La ciudad está vendida, para conocer qué tipo de personas sobreviven allí y comprobar si su existencia tiene carácter humano. 

El mismo tono pesimista luce El desempleado, una historia novelada desalentadora, que habla sobre aquellos individuos que quedaron desorientados al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El protagonista es un individuo sin estudios ni familia que le pudiera ayudar, uno de tantos en aquellos tiempos de las posguerra que, perdido en un mundo que no comprende y al que nada puede aportar, vaga por las calles de su ciudad. Milán es visto en este relato como un titán frío, mercenario y calculador, que pugnaba ya por alzarse como la capital de la moda y el diseño internacional.  

La colección se cierra con La mudanza. Este cuento, tan cercano al género realista del verismo italiano, traslada al lector al hogar de Masa y Alberto Sanipoli. Esta pareja de hermanos, cuya unidad familiar ha quedado mermada por las muertes de sus progenitores, están desalojando la vivienda donde nacieron, y en la que han vivido toda su existencia, porque se les ha quedado grande y porque en ella guardan tristes recuerdos. A través del angustioso relato del fracasado romance de Masa con un inquilino que acogieron en su hogar, Ortese estudia las verdades y mentiras sociopolíticas que se respiraban en Italia tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Duomo de Milán (Fuente: Undine von Reinecke)

Con firmeza y una mirada muy personal, onírica pese a su lobreguez, Anna Maria Ortese se pasea por el Milán de su época, en un relato que bascula entre la crudeza descarnada y el realismo emotivo. En él, acerca al lector a sus gentes humildes y los niños olvidados por la gracia de la vida, a los individuos solitarios que pasean por sus calles, a los operarios de las nuevas fábricas y a las mujeres que, en busca de un romanticismo caduco, desgastan su juventud de diversas e inútiles maneras. 

Este conjunto de relatos, escritos por Ortese después de realizar un periplo que la llevó a viajar por toda la geografía italiana, y a visitar capitales europeas, como Londres o Moscú, destila poco optimismo con respecto a la sociedad cambiante de sus días. Esta, que veía imbuida en la ambición del progreso, parecía obviar el lado humano de la vida… Sin embargo, ese malestar interno que desprenden las palabras de la escritora, denotan también un sentimiento de verdadero afecto por el ser humano y, a su vez, destilan un cierto acento poético. 

Y, aunque es cierto que en Silencio de Milán nos topamos con la célebre ciudad del Éxito, el Ascenso imparable y el Progreso, también es verdad que la narración es observada desde la perspectiva de aquellos sujetos que jamás triunfarán. Estas personas, cuyas figuras también podemos descubrir en nuestra realidad actual, se mueven por la vida tímidamente y sin hacer ningún ruido, con el ánimo de no llamar la atención y no molestar. En este sentido, resulta conmovedora la capacidad empática de Anna Maria Ortese para describir el sentir de sus personajes.

Interior Galleria Vittorio Emanuele II
Fuente: Undine von Reinecke

En este mismo sentido, otro aspecto que me ha llamado la atención del libro son sus magníficas atmósferas. Desde la brillante descripción de la estación ferroviaria, pasando por el desolador fresco de la orfandad, o los interiores que dibuja de los hogares humildes, donde la pobreza comparte mesa con la soledad. 

Cada historia que aparece en el texto, cada personaje perfilado por esta escritora, están creados con sinceridad, sutileza y amor. De esta manera, la imagen que nos deja la autora de “su Milán” es única y original. Y, aunque sus impresiones resultan chocantes con la idea preconcebida que el lector o el viajero pueda tener sobre esta ciudad maravillosa y turísticamente colosal, desde mi punto de vista, Silencio en Milán es una pequeña joya que rebosa franqueza y naturalidad. La deshumanización del trabajo, la corrupción política, el precio y la calidad de la vivienda… Estos y otros muchos motivos son estudiados por Ortese con intención ética, evitando discursos moralistas de uno u otro pensamiento social. 

Biblioteca Ambrosiana
Fuente: Undine von Reinecke

No puedo decir que conozca en profundidad Milán, tan sólo he viajado allí en una ocasión, y mi visita fue eminentemente turística. Sin embargo, en los cuatro o cinco días que estuve en aquella ciudad, pude adivinar que, bajo ese brillo de esplendor que destilan su gloriosa catedral, su famosa Galleria Vittorio Emanuele II, su bellísimo teatro alla Scalla, sus insignes pinacotecas Brera y Ambrosiana, con su erudita biblioteca, o su hercúlea Stazione Centrale, sin mencionar su castillo Sforzesco y los muchos conventos e iglesias que rebosan arte e historia, la capital de la Lombardía camina erguida, intentando ocultar el pedazo de corazón que perdió por el camino en su largo recorrido.

Es por ese motivo que, en mi opinión, resulta muy instructivo conocer la opinión nada convencional de una escritora que vivió en primera fila las dos guerras de carácter global, conoció las consecuencias del régimen de Mussolini y la derrota italiana, y vio cómo sus compatriotas enfrentaban los nuevos tiempos del progreso, como anticipo de lo que sería el Milan de nuestros días, y el corazón económico de la Italia actual. 


<La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices.> Albert Einstein (1879-1955)


Undine von Reinecke ♪


La autora por la Editorial

Fuente: Editorial Minúscula

Anna Maria Ortese

Anna Maria Ortese (Roma 1914-Rapallo 1998) pasó sus primeros años de infancia en Libia y luego vivió en distintas ciudades italianas, entre ellas Nápoles, que abandonó a mediados de los cincuenta. En 1975 se instaló en Liguria. Escritora precoz, se dio a conocer en 1937 con Angelici dolori, un volumen de cuentos que llamó inmediatamente la atención de la crítica por su originalidad. El mar no baña Nápoles, de 1953, obtuvo el premio Viareggio y su publicación supuso la ruptura con sus amigos de la revista Sud, disconformes con el retrato que hace de ellos en el libro. A lo largo de su vida nómada y atribulada, escribió novelas, relatos y ensayos que conforman una de las obras más destacadas de la literatura italiana del siglo XX. En castellano han aparecido también Silencio en Milán, La iguana, Entre vela y sueño, El puerto de Toledo y El colorín afligido.


Comentarios

  1. Querida Undine.
    Qué interesante todo lo que cuenta. Y eso que aunque en ese momento no lo supieran, estaban avanzando y las cosas iban a mejorar mucho. Algo que ahora no podemos decir, da la impresión de que aún lo van a empeorar más antes de empezar a avanzar de nuevo.
    Es curioso cómo los lugares se quedan impregnados de lo que pasó en ellos. Seguro que cuando vuelvas a Milán lo ves de otra manera.
    Me lo apunto aunque para otro momento en el que nos vaya mejor.
    Besotes y feliz semana sabrá.

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  2. Buenos días, Undine.
    Yo conozco Milán menos aún. Pasé un día, visité la catedral que para mi disgusto estaba llena de andamios, comimos, recorrimos la Galleria Vittorio Emanuele II, vimos el exterior de la Sacalla y nos fuimos. Mi marido se había hecho un esguince en Verona y acortamos el viaje. anulamos hoteles en Turín y Milán y volvimos a Santander. Era 2004 y aunque he vuelto a Italia en varias ocasiones, no he vuelto a Milán, aunque creo que en breve lo haré porque hay vuelo desde Santander.
    Muy interesante lo que cuentas de la estación y de esos artículos novelados sobre la vida en Milán. No conocía a la autora. Muchas gracias por descubrírmela.
    Un beso.

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  3. ¡Hola! Pues resulta de lo más interesante y hace que mis ganas de viajar a Milán vayan en aumento. Tendré este libro en cuenta. Un besote :)

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  4. Qué lectura más interesante! Buena forma de conocer Milán en estos años a través de estos relatos y a través de la mirada de la autora, autora que no conocía, por cierto. Tomo muy buena nota.
    Besotes!!!

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