RESEÑA: LA HISTORIA DE AMOR DEL SEÑOR GILFIL, GEORGE ELIOT

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial: Belvedere

Traducción: Ricardo Bestué

Tamaño: 14 x 21 cm

Páginas: 192

Primera edición: noviembre 2023

Encuadernación: Rústica

ISBN: 978-84-949063-5-0

PVP: 17,20 €


Sinopsis de la Editorial

Caterina Sarti, una niña italiana huérfana, es acogida en adopción por la aristocrática familia de sir y lady Cheverel y enviada a Inglaterra. Allí la crían, la educan, crece junto al futuro reverendo Gilfil y se enamora del heredero de los Cheverel, Anthony Wybrow.(...)


Propuesta musical para este libro


*Crédito del vídeo: Official Herbert von Karajan Channel on Youtube

La pieza que el lector está escuchando es la Obertura de la ópera Rienzi, el último de los tribunos, WWV 49, en alemán del original Rienzi, der Letzte der Tribunen, cuya autoría pertenece a Richard Wagner, libreto incluído, quien la escribió entre los años 1838 y 1840, tras haber leído una novela del escritor británico Edward Bulwer-Lytton titulada del mismo modo, y que había sido publicada en 1835. La pieza musical consta de cinco actos, y fue estrenada en Dresde el 20 de octubre de 1842. Rienzi, el último de los tribunos es la tercera ópera que compuso el gran músico alemán, y debido a su larga duración -el tiempo estimado cuando se estrenó era de seis horas-, en la actualidad se representa en contadas ocasiones. Sin embargo, durante el siglo XIX tuvo gran aceptación y estuvo en cartelera con frecuencia. Al Teatro Real de Madrid llegó en el año 1876, adelantándose a otras capitales mundiales en el estreno, entre ellas Nueva York y Londres, que pudieron disfrutar por primera vez de esta epopeya wagneriana en los años 1878 y 1879, respectivamente.

He elegido la Obertura Rienzi de Richard Wagner para la reseña de hoy, porque George Eliot era una gran admiradora del compositor alemán, de tal modo que incluso llegó a escribir sobre él un famoso ensayo. Por otro lado, George Eliot viajó a Alemania en años cercanos al estreno de esta ópera, y muy posiblemente escuchara la pieza durante su estancia en tierras germanas. 


Lo que Undine opina del libro


<Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien.> Antonio Machado (1875-1939)


Hoy, 17 de enero de 2024, doy comienzo a mi viaje literario La vuelta al mundo en doce libros 👈que, por cuarto año consecutivo, me llevará a seguir los pasos de Phileas Fogg, el gran héroe decimonónico de Julio Verne. Durante doce meses visitaré ciudades de la geografía mundial y, al mismo tiempo, leeré un libro relacionado de algún modo con el país en el que me encuentre en ese momento. Como punto de partida, inicio la aventura en la capital inglesa, y lo hago brindando junto a mis compañeros de viaje en el famoso club londinense Almack's Assembly Rooms, conocido también familiarmente como Almack’s.

La tradición de los clubes sociales ingleses viene de lejos. En sus inicios, allá por el siglo XVIII -el más antiguo es el White’s de Londres, inaugurado en 1693-, estos lugares se crearon para el disfrute de los caballeros pertenecientes a las clases más elevadas de Inglaterra. Con el tiempo, estos lujosos templos del ocio llegaron a extenderse por todo el Imperio Británico, en lugares tan lejanos como la India o Bangladesh, donde la acción de la mano colonial inglesa tuvo gran impacto. 

Salon de Almac (1821), ilustrador George Cruikshank (1792-1878)
Fuente: Wikipedia

Exclusivos, esencialmente masculinos y envueltos en un aura de esnobismo social, el misterio de lo que sucedía entre sus muros ha dado ocasión al nacimiento de morbosas historias, que, desde siempre, han inspirado a literatos y despertado el interés de curiosos que se entusiasman por el mundo británico. Sin embargo, y dejando a un lado los consabidos excesos documentados que algunos de sus socios llevaban a cabo en sus instalaciones, lo cierto es que las actividades que se celebraban en los clubs para caballeros eran de lo más corriente. Allí, los selectos miembros del círculo podían solazarse jugando a los naipes, celebrando cenas, bebiendo y fumando en el salón correspondiente, disfrutando del silencio literario de su biblioteca, o ejercitando sus músculos en el gimnasio; incluso algunos de ellos pagaban una cuota especial para disponer de un dormitorio en el que poder refugiarse, cuando no les interesaba volver a las obligaciones del hogar. 

El emplazamiento inicial para estos lugares de recreo fue el West End de Londres, aunque posteriormente se trasladaron a la aristocrática zona de St James's, a la que aún hoy se alude de manera familiar como clubland, porque todavía perduran en el área algunos de los más antiguos y famosos, como el Brooks's, el Boodle's, ambos fundados en 1762, y, por supuesto, el anteriormente mencionado White’s, que además de ostentar el título de primer club para caballeros de la historia, sigue en la actualidad prohibiendo la entrada a las damas, con la salvedad de alguna que otra excepción momentánea, como las que concedieron a la fallecida reina Isabel II en los años 1991 y 2016. Tal carácter tiene este vetusto establecimiento, que el gran ensayista y autor satírico Jonathan Swift (1667-17745) se refirió a él como la "perdición de la mitad de la nobleza inglesa". Quien les escribe no sabe lo que en la actualidad allí ocurre en nuestros días…

Horatio Walpole (1717-1797), aristócrata, escritor...
Fue socio fundador del club Brook's.
 Fuente: Wikipedia

Como quiera que sea, parece que en el Reino Unido tan solo el sexo masculino podía disfrutar de estos lugares tan singulares para socializar. Sin embargo, como suele ocurrir a menudo, siempre hay excepciones que confirman la regla. Y qué mejor ejemplo que el Almack's, nombre al que responden algunos de los salones más notorios que se abrieron durante el siglo XVIII, el XIX y el XX, entre los que destaca el Almack's Assembly Rooms, ubicado en King Street, que fue uno de los primeros en admitir a miembros de ambos sexos, y que abrió sus puertas en 1792. Entre sus afiliados se encontraban algunas de las personalidades más importantes del reino, y el comité que lo presidía estaba formado por las damas más influyentes de la sociedad inglesa (Lady Patronesses of Almack's), que actuaban como árbitros de la sociedad. Este es un tema tan interesante, que en futuras publicaciones ampliaré.

Con todo y con ello, aunque durante los siglos XIX y XX los clubes sociales para caballeros proliferaron, abriéndose establecimientos similares que aceptaban a individuos de otros sectores de la sociedad, e incluso algunos llegaron a aceptar a las damas entre sus filas con el tiempo - el Reform Club, círculo al que pertenecía Phileas Fogg de La vuelta al mundo en 80 días, fue uno de los pioneros en permitir la entrada a las mujeres-, el ocio entre las clases burguesas y los intelectuales se trasladaba en muchas ocasiones a los hogares, donde se juntaban un número importante de invitados, para tomar el té, cenar o celebrar bailes, veladas musicales o, y aquí quería yo llegar, reuniones para conversar sobre política, literatura, filosofía, religión…

George Eliot, 1860 (Samuel Laurence, 1812-1884 )
Fuente: Wikipedia

Una de las anfitrionas más destacadas que tuvo el siglo XIX, que concentró en los salones de su domicilio a los grandes pensadores de su tiempo, entre los que destacan el eminente naturalista Charles Darwin (1809-1882), fue la novelista, poeta, periodista, ensayista y traductora Mary Ann Evans (1819-1890), más conocida en nuestros días con el seudónimo de George Eliot, con el que firmó grandes novelas como Adam Bede (1859), El molino del Floss (1860), Silas Marner (1861), Romola (1862–1863), Felix Holt, the radical (1866), Middlemarch (1871–1872), o Daniel Deronda (1876), y estas obras la encumbraron como una de las autoras victorianas más celebradas de su tiempo, llegando a ser un modelo de inspiración para los intelectuales de épocas posteriores. De hecho, George Eliot fue muy admirada por reconocidos nombres de las letras universales, como el ruso León Tolstói, el norteamericano Henry James, o la inglesa Virginia Woolf, quien sería su gran defensora entre sus colegas de generación, y estos son solo unos pocos ejemplos elegidos entre los muchos intelectuales de prestigio que se han declarado a lo largo de la historia admiradores de George Eliot o Mary Ann Evans, como mis lectores prefieran referirse a ella.

Nacida en South Farm, en la gran finca de Arbury Hall, ubicada en el condado Warwickshire, Mary Ann fue la tercera hija del administrador de aquella gran propiedad. De niña y durante su adolescencia, la escritora recibió una educación intelectual muy superior a lo que se consideraba habitual en una joven de su época, y asistió a varios centros educativos para señoritas. Lectora voraz, cuando abandonó a los dieciséis años la escuela de Miss Franklin en la ciudad de Coventry, sus estudios no siguieron una línea formal, ya que tuvo que adoptar el papel de ama de casa tras el fallecimiento de su madre. No obstante, gracias a la posición que tenía su padre en la mansión de Arbury Hall, la escritora pudo disfrutar de la gran biblioteca que poseía. Esto le posibilitó acceder a un amplio espectro de conocimiento como autodidacta -especialmente en el campo del mundo clásico-, que aprovechó notoriamente, y su futura obra literaria dejaría constancia de ello. 

Arbury Hall, 1880 (Fuente: Wikipedia)

Por otro lado, otro motivo que marcó su formación fue el tema religioso. La familia de la escritora practicaba su fe dentro de la tradición anglicana, siguiendo los preceptos de la Iglesia Baja de Inglaterra, y los centros educativos a los que asistió le mostraron otras tendencias que estaban abriéndose paso en el siglo XIX. Este aspecto de su vida sería de suma importancia, tanto en su educación moral como intelectual, ya que en aquellos días se respiraba un ambiente de crispación ideológica en Inglaterra, y el número de disidentes religiosos crecía por momentos en las Midlands inglesas. De hecho, George Eliot comenzó a tener serios problemas de fe, y, a la larga, estas dudas la llevarían a declararse agnóstica. Por ese motivo, a punto estuvo de ser expulsada del hogar de su padre.

Qué duda cabe, que la influencia de su amistad con Charles Bray (1811-1884) -próspero fabricante de cintas, reformador social, filántropo, filósofo y frenólogo británico-, y de su círculo de amistades, entre los que se encontraban el reformador social Robert Owen, el filósofo Herbert Spencer, la escritora, economista y socióloga Harriet Martineau👈, o el abolicionista Ralph Waldo Emerson, influyó de manera considerable en la dirección que tomaría su línea de pensamiento cuando la escritora se trasladó a vivir junto a su padre cerca de la ciudad Coventry en la década de 1840.

Sin embargo, no fue hasta la edad de treinta años, justo después de morir su progenitor, que George Eliot comenzó a vivir verdaderamente según los preceptos que su intelecto le marcaba. Viajó al extranjero junto a Bray, conoció las nuevas y radicales líneas de pensamiento -mantuvo intercambio epistolar con John S. Mill (1806-1873), gran defensor del utilitarismo-, tradujo Das Leben Jesu kritisch Bearbeitet de Strauss, una obra que causó gran escándalo en las esferas religiosas europeas, y en el año 1850 se convirtió en la editora de la revista radical Westminster Review. Esta publicación de izquierdas había sido adquirida poco tiempo antes por el editor John Chapman (1821-1894), y la escritora colaboró estrechamente con él, aunque fue ella quien llevó realmente el gran peso de la revista. Además del trabajo que realizaba de producción, al mismo tiempo escribía ensayos y artículos de carácter reivindicativo y social que firmaba con su nombre real.

El seudónimo de George Eliot vino después, justo cuando inició su carrera como novelista. La escritora, que mantenía una relación ilícita con el filósofo y crítico George Henry Lewes (1817-1878) -un caballero casado con el que comenzó a convivir como pareja en 1854, con el beneplácito de la verdadera esposa-, decidió que sus obras serían mejor recibidas si no se conocía quién las había escrito. Ya era difícil para la sociedad victoriana admitir que una mujer viviera de la literatura, como para aceptar sin aspavientos los trabajos de una dama que con su forma de vida retara el orden establecido.

Fuente: Editorial Impedimenta

Por otro lado, en 1856, cuando la escritora era ya muy famosa en los círculos intelectuales victorianos y se conocía sobradamente su agnosticismo religioso, Mary Ann Evans (futura George Eliot) había publicado su famoso ensayo Las novelas tontas de ciertas damas novelistas (Editorial Impedimenta), y ciertamente resultaba un tanto contradictorio publicar sus primeros trabajos de ficción (trilogía recogida bajo el título Scenes of Clerical Life, en España Escenas de la vida parroquial), después de la crítica demoledora volcada contra la narrativa novelesca escrita por mujeres, y eligiendo como temática el mundo inglés de la religión.

Pues bien, la primera de aquellas historias fue publicada en primera instancia de manera anónima por expreso deseo de Lewes. La obra llevaba por título  Los infortunios del reverendo Amos Barton ( Ed. Belvedere 2008), y vio la luz el 6 de noviembre de 1856 en la revista Edinburgh Magazine del famoso editor John Blackwood, que era una publicación de carácter eminentemente conservador. Sin embargo, la curiosidad de los lectores por conocer la identidad de quien había escrito este fascinante relato fue muy intensa -muchos caballeros intelectuales mostraron su admiración-, y la escritora se vio en la necesidad de contestar a esta demanda en el mes de febrero de 1857, suscribiendo su anonimato y firmando la nota al editor con el conocido seudónimo de George Eliot. Las siguientes dos nouvelles, La historia de amor del señor Gilfil y El arrepentimiento de Janet, aparecerían en la misma revista y, finalmente, la trilogía fue publicada como libro en dos volúmenes en 1858. Me parece de ley constatar que dos gigantes de las letras decimonónicas británicas, como fueron Charles Dickens y William Makepeace Thackeray, cayeron rendidos ante estas tres obras que salieron de la pluma de George Eliot. 

Los relatos que componen Escenas de la vida parroquial están basados de alguna manera en sucesos reales que acontecieron en el área de Warwickshire, donde George Eliot pasó su infancia, y sucedieron cuando la escritora era una niña. No obstante, la autora cambió el nombre a las poblaciones que aparecen en las historias, y lo mismo hizo con determinados personajes que protagonizan las páginas de las tres novelas.

Frontispicio edición Macmillan de 1906 de
 Escenas de la vida clerical dibujada por Hugh Thomson
Fuente: Wikipedia

En el caso de La historia de amor del señor Gilfil, que es la segunda obra de la trilogía y la historia objeto de la reseña de hoy, la mansión campestre en la que se ubica la trama adopta el nombre de Cheverel Manor, pero en la realidad es Arbury Hall (lugar al que pertenecía la granja donde nació la escritora), y su propietario Roger Newdigate (1719-1806) -gran coleccionista de antigüedades, y político inglés que ocupó un asiento en la Cámara de los Comunes entre 1742 y 1780-, aparece en el relato como Sir Christopher Cheverel, coincidiendo las descripciones que de éste hace la autora en su obra, como hombre refinado y aficionado a las bellas artes, con el personaje de la vida real. 

Es una suerte que la editorial Belvedere, haya puesto hace pocas semanas La historia de amor del señor Gilfil en las mesas de novedades de nuestras librerías. De este modo, los lectores de habla hispana podemos disfrutar de esta preciosa novela y acercarnos nuevamente a los inicios como novelista de Mary Ann Evans, o lo que es igual, George Eliot, en una edición estupenda edición, que cuenta la con la maravillosa traducción de Ricardo Bestué, y, que además luce en su portada la encantadora ilustración de la mansión de Arbury Hall.

La historia de amor del señor Gilfil narra la historia de Caterina Sarti, una niña huérfana, hija de un cantante de ópera italiano, que es adoptada como protegida por el matrimonio de aristócratas de sir y lady Cheverel. Educada en la mansión campestre inglesa de su protector, ha crecido junto al pupilo del caballer, el futuro vicario Gilfil, con el que ha entablado una dulce amistad, enamorándose a su vez de Anthony, que es el heredero de los Cheverel. Los años transcurren felizmente para todos, hasta que un día, Caterina ve sus esperanzas románticas frustradas al descubrir la verdad que encierra su desigual posición en la vida. Sin embargo, el amor secreto que le profesa Maynard Gilfil, pastor de la iglesia y verdadero protagonista de esta historia, intentará rescatar a la muchacha de lo que parece un destino fatal.

La historia de amor del señor Gilfil es una maravillosa, delicada y bellísima nouvelle, que está considerada por una gran parte de la crítica como la obra más redonda del ciclo Historias de la vida parroquial, y ha sido comparada con la celebrada novela en forma de poema Aurora Leigh (1856) de la poeta Elizabeth Barrett Browning -aparecida en la misma revista algunos meses antes-, debido a ciertas temáticas similares que comparten ambas obras. 

Como quiera que sea, de ella dijo el genial escritor David Lodge que era elegante, expresiva y la obra de ficción más original que había escrito George Eliot. Sea esto así o no, lo cierto es que esta nouvelle, desde mi perspectiva, destila gran carisma y posee múltiples virtudes, entre las que destacan su carácter erudito -la obra rezuma veneración por la arquitectura, las obras literarias clásicas, la música, la pintura y el arte en general-, y deja ver la preocupación que sentía George Eliot por los temas sociales que protagonizaron la época en que vivió. En otro sentido, la autora deja ver en estas páginas su peculiar e inteligente sentido del humor. 

Escrita durante un periodo de la historia de Inglaterra de gran crisis religiosa, que afectaba notablemente a la estabilidad política y social de la nación, motivada por las tensiones entre la Alta y la Baja Iglesia, y que daría lugar al nacimiento del Movimiento de Oxford (fundado en 1833, y derivó en el anglocatolicismo de la Iglesia de Inglaterra), sorprende que la agnóstica George Eliot tomara como protagonista a un miembro de la curia campestre de la Alta Iglesia de Inglaterra, y que lo hiciera con suma delicadeza, respeto y cercanía, sin posicionarse ideológicamente. La escritora no sólo no deja ver sus dudas de fe en el relato, sino que estudia el asunto desde el punto de vista moral como observadora del comportamiento del ser humano, aunque es cierto que alguna crítica sutil en materia de política y religión salpican la historia. Quizá reservó su mirada más comprometida para la última nouvelle de la trilogía, titulada El arrepentimiento de Janet, donde Eliot afilaría su pluma contra los prejuicios religiosos arraigados en la sociedad inglesa de su tiempo, destinados a los disidentes religiosos, guardando también un poco de su crítica para el utilitarismo y su efectividad. 

John H. Newman, uno de los fundadores del
Movimiento de Oxford, se pasó a la fe católica
Fuente: Wikipedia

En esta obra, y en la integral del ciclo, la autora parece mostrar especial interés por exhibir el lado más humano del clero de la Iglesia Anglicana en su conjunto, dejando a un lado el tema teológico y centrando su mirada en el comportamiento del individuo. De esta manera, en La historia de amor del señor Gifil, el personaje del vicario Maynard Gilfil se muestra ante el lector como un miembro de la curia inglesa que prefiere manifestar las enseñanzas de Cristo mediante el ejemplo de sus acciones, antes que dar buenos sermones desde el altar. Eliot comienza presentándolo como un anciano carismático y peculiar, cuyas acciones se han ganado el afecto de todos los miembros de su parroquia, para pasar inmediatamente a narrar la historia que marcó la vida de este clérigo, como hombre y como persona al servicio de su comunidad. 

En este punto, el lector se topa con un joven señor Gilfil talentoso, amable, e incluso galante con las damas, que manifiesta tantas inquietudes hacia lo mundano como hacia su profesión de hombre de Iglesia, ofreciendo de este modo un perfil de pastor anglicano muy común en su tiempo. Me refiero a esos jóvenes que se iniciaban en la carrera eclesiástica no tanto por vocación como por encontrar una forma de ganarse la vida, que encontraban gracias a la generosidad de un hacendado del campo, que le dotaba del llamado “beneficio” de la parroquia perteneciente a sus tierras. Este beneficio estaba dotado de una paga desigual, dependiendo de la riqueza de cada comunidad. Por ese motivo, algunos pastores anglicanos se encargaban de los fieles de más de una iglesia (la intención era reunir un montante de dinero importante, en ocasiones para enriquecerse y en otras para sobrevivir), y contrataban a un coadjutor para que obrara en su nombre, en los lugares de culto donde le era imposible ejercer su labor pastoral. En el caso del señor Gilfil, comienza ejerciendo como capellán de la capilla de Cheverel Manor, al tiempo que ayuda al rector de la parroquia, a la espera de que quede libre el cargo principal. 

En este sentido, la autora se sirve de este motivo, y de lo que aconteció en la vida del protagonista, para analizar la sociedad campestre inglesa, esa gentry formada por los aristócratas y hacendados del campo, los clérigos nombrados por estos, y esa media y alta burguesía tan característica de las poblaciones rurales de las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX. Desde mi punto de vista, Eliot dibuja el espectro de aquella esfera social siguiendo en cierto modo las pautas marcadas en décadas anteriores por Jane Austen . Solo hay que leer el comienzo de la novela para comprobarlo, donde también admiraremos cómo la escritora introduce en su historia a miembros de otras esferas más humildes de aquella Inglaterra rural. Recordemos que la obra es hija de tiempos victorianos.

En estos pasajes iniciales, la autora dibuja un conjunto de cautivadoras escenas costumbristas, protagonizadas por personajes secundarios, que, mediante chascarrillos deliciosos y conversaciones divertidas, presentan ante el lector el carácter del señor Gilfil. En estas páginas inaugurales, y en algún que otro momento acontecido en capítulos más avanzados del libro, se advierte ese estilo austenita al que me refería antes. Es cierto que emular el ingenio de la gran autora del periodo de Regencia no siempre es sencillo, aunque debo decir en favor de Eliot que su fórmula deliciosa, inteligente y muy  emotiva. Dejo a mis lectores que averiguen si esto es así o no.

Mr and Mrs Andrews (c. 1750), Thomas Gainsborough (Fuente: Wikipedia)

Con todo y con ello, superada la parte preliminar de la novela, cuando George Eliot comienza a imprimir su personalidad más característica al relato, La historia de amor del señor Gilfil se revela progresivamente más original y fascinante. De hecho, podemos adivinar varias etapas dentro de esta obra, que no solo despiertan el interés por conocer el desenlace, sino que confieren a ésta un sugestivo carácter realista. Yo distingo estas fases en la historia: la que transcurre en la ciudad italiana de Milán (1773), las acontecidas en la mansión Cheverel Manor -ambas enmarcadas entre 1773 y 1788) y se cierra la narración regresando a la población de Shepperton, donde se había iniciado la novela, y que se ubican en la época de Regencia y durante los últimos años del reinado de Jorge IV (1762-1830).

Ese realismo al que me aludía antes se ve reflejado en la descripción de los personajes y en los acontecimientos que protagonizan. Ambos aspectos sacan a la luz, positiva y negativamente, la educación y la forma de vida característica de aquella gentry británica a la que aludía en párrafos más arriba, y de las gentes que dependían de ellos, entre los que se encontraban el personal de servicio, los trabajadores de la finca y sus arrendatarios. Por otro lado, y centrándome en la fase transcurrida en Italia, la autora muestra en ella su lado más mordaz, anticipando el carácter eminentemente crítico que tendrán sus novelas más celebradas, cuyo mejor ejemplo es Middlemarch. En este caso, la censura va dirigida hacia la sociedad milanesa, e italiana en general, sumamente influida por las enseñanzas de la Iglesia de Roma. Debo puntualizar, que durante el siglo XIX se avivó el sentimiento antipapista en Inglaterra por parte de algunos sectores de la sociedad.

Del mismo modo, y en lo relativo a los acontecimientos que se relatan, que tienen como motivo el despertar a la realidad de la vida de la heroína Caterina Sarti, y a la relación que la joven mantiene con los dos galanes de la obra (Maynard y Anthony), en mi opinión, Eliot deja ver en sus reflexiones gran conocimiento de la conducta humana, mostrando con sencillez pero acierto las flaquezas y virtudes del individuo, y advirtiendo también sobre la necesidad de una adecuada educación moral temprana. La vanidad, el egoísmo y el elitismo social son puestos en el tapete de juego frente al amor, la abnegación, la renuncia y la bondad. ¿Qué más puede pedir un aficionado a la narrativa victoriana, además de una buena historia bien hilada, repleta de descripciones sublimes, personajes adorables y una exquisita ambientación? 

Todo ello lo encontramos en La historia de amor del señor Gilfil. Es cierto que algunos críticos tienen a esta obra como una pieza de juventud de George Eliot, pero yo no he echado nada en falta. En la nouvelle se dibuja ya ese carácter que convirtió a la autora en lo que fue, una de las mejores escritoras de la era victoriana, una visionaria que llegaría a encumbrarse como una avezada estudiosa de las emociones humanas y del pensamiento de su tiempo. Con sus trabajos dejó el camino preparado a generaciones posteriores de escritores que se beneficiaron de todas sus enseñanzas. Entre estos prominentes literatos se encuentra la recientemente fallecida novelista, poeta, profesora y filóloga británica A. S. Byatt (1936-2023), quien dedicó buena parte de su trayectoria intelectual a estudiar el estilo y la trascendencia de las obras de su venerada colega escritora. Quede en honor A. S. Byatt esta reseña.


<Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón.> Pitágoras de Samos (582 AC-497 AC)



Undine von Reinecke ♪


Os espero a todos el 21 de febrero en París, en una nueva etapa de La vuelta al mundo en doce libros. Hasta pronto, lectores.


La autora por la Editorial

Fuente: Wikipedia

George Elidescribe en esta segunda novela de la trilogía Escenas de la vida clerical la Inglaterra del siglo XIX, tratando temas controvertidos de la época victoriana como el amor y las clases sociales. La autora Mary Ann Evans empleó el seudónimo de George Eliot para evitar la discriminación por género de las mujeres escritoras de aquella época.ot 


Comentarios

  1. Buenas tardes, Undine:
    Pues qué van a hacer los hombres en ese club, hablar de deportes, política, mujeres y beber. Y ya. Lo mismo que cuando se juntan sólo mujeres. A mí estas cosas me parecen aburridísimas, creo que lo divertido es la mezcla y el equilibrio.
    Dicho esto, Eliott es esterno pendiente. Podría caer este año como clásico, que de vez en cuando me gusta leerlos. Stephen King siempre recomienda Middlemarch, otros lectores me dicen que mejor la del molino de Floss aunque reconozco que la que traes hoy me ha llamado más la atención.
    Yo me apunto y ya te contaré. El viaje de este año empieza prometedor.
    Besitos y ¡Feliz semana!

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    1. Buenos días, Norah.
      Los caballeros y sus distracciones... Efectivamente, el mundo es mucho más sencillo de lo que queremos imaginar.
      Con respecto a George Eliot, King no se equivoca al recomendar Middlemarch. Esta novela es fantástica, y engloba gran parte del pensamiento de la autora. El molino del Floss es un novelón también, pero creo que a ti te gustaría menos, ya que es un dramón de primera. También es cierto, que veo más oportuno comenzar a conocer la narrativa de la autora por una de sus obras cortas. La de hoy es un ejemplo, pero también te valdría El velo alzado o El hermano Jacob.

      Un abrazo, y gracias por pasar a comentar!!

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  2. WOW!!! Menudo tratado —en el mejor sentido de la palabra— nos has dejado en esta primera entrega del reto. La verdad es que no he leído aún ninguna obra de esta escritora, aunque Middlemarch la tengo acopiada hace tiempo en mis estanterías virtuales. Tal vez este año le hinque el diente. Pero volviendo a tu post, me ha parecido una maravilla la semblanza de la autora, así como del entorno en el que se movió durante su vida y las ideas que cultivó. En cuanto a la obra, tus apreciaciones invitan muchísimo a su lectura. Ha sido un gran relato que —debo confesarte— al principio me asustó un poco por su extensión, pero que está escrito de una forma que para nada se hace pesado, sino todo lo contrario. ¡Magnífica entrada de estreno! Ahora la que yo he escrito me parece casi una tontería, en fin, a ver qué te parece. Aquí te dejo el enlace, como acordamos:
    https://eleeabooks.blogspot.com/2024/01/harriet-elizabeth-jenkins.html
    Un abrazo.

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    1. Buenos días, MJ RU1Z.
      Gracias por tus amables palabras. Es cierto que mis reseñas suelen ser extensas, y tratándose de La vuelta al mundo en doce libros todavía más. Cuando un tema me interesa, comienzo a escribir y no puedo parar. Mi deseo es conectar con los lectores que comparten intereses conmigo, y poder aportar algo interesante en cada entrada.

      En cuanto a George Eliot, desde mi punto de vista, es una autora que debería leerse más. Si tienes Middlemarch en tu estantería, no lo dudes, es una buena elección.

      Un abrazo, y gracias otra vez por tus palabras!!

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  3. Buenas tardes Undine, menuda reseña te has marcado guapa,!. Me encanta la autora, la descubrí con El molino junto al Floss, y he leído unas cuantas más, aunque mi favorita es Middlemarch; como todas las leí antes del blog se impone una relectura; sin embargo esta que traes me llama mucho y la tengo pendiente, así que no de sé que voy a hacer, que voy un poco a lo que me apetece en el momento. Un abrazo.

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    1. Buenos días, Mar.
      Gracias por tus palabras!! Con Eliot no puede ser de otro modo, siempre hay tanto que decir sobre ella. Por otro lado, a mí me gusta muchísimo. La conocí con Middlemarch, y luego leí todo lo que de ella fui encontrando. Me ocurre como a ti, disfruté de sus novelas antes de abrir el blog. Por ello, iré releyendo sus obras para poco a poco subir mis impresiones a Lecturas de Undine.

      Un abrazo, y gracias por la visita!!

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  4. ¡Hola! No conocía esta nouvelle pero me parecen muy interesantes algunas de las cosas que cuentas. Aún así, si me decido con la autora, supongo que probaré primero con otras opciones. Un besote :)

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    1. Buenos días, Marya.
      Sí que es interesante esta nouvelle. En realidad, la trilogía al completo es estupenda. Sin embargo, comprendo que George Eliot tiene otras obras que te puedan atraer más. Es una autora con una narrativa muy interesante.

      Un abrazo, y gracias por la visita!!

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  5. Hola, Undine.
    No he leído nada de George Elliot y creo que esta nouvelle podría ser un buen comienzo. Además hace unos años, concretamente en 2016 dice la ficha, me regalaron Escenas de la vida parroquial de edición Alba, por lo que más fácil imposible. Como imagino que se pueden leer totalmente independientes, empezaré por ésta que nos traes. Te iba leyendo y, en ciertos aspectos que comentas, me estaba recordando a Jane Austen y sus clérigos beneficiados por ricos hacendados que, a veces, tenían que tener más de una parroquia para sobrevivir. veo que no andaba descaminada.
    Lo de los clubs ingleses siempre me ha dado una cierta envidia. Eso de ir a un lugar con cómodos sillones para leer, fumando un buen cigarro (eso en la época en que fumaba) y con el fugo de una buena chimenea, me atrae mucho.
    Un beso.

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    1. Buenos días, Rosa.

      Me ha sorprendido saber que no has leído nada de George Eliot, porque es una autora que te pega un montón. Qué bien que tengas Escenas de la vida parroquial, así te será más fácil acercarte a su narrativa. Y sí, efectivamente puedes leer cada historia de manera independiente. Ya me dirás cuál de las tres obras te gusta más.

      Un abrazo, y gracias por la visita!!

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  6. Vaya reseñón! Cuánto se aprende contigo!!! No he leído nada de esta autora, pero me queda claro que tengo que ponerme con ella y no me importaría estrenarme con esta nouvelle. Y preciosa la pieza musical elegida.
    Besotes!!!

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    1. Buenos días, Margari.

      Muchas gracias por tus palabras!! Ya sabes que me pongo las pilas con las publicaciones del reto... En cuanto a George Eliot, si quieres comenzar con su obra, La historia de amor del señor Gilfil es una buena elección. A mí me ha parecido una pieza maravillosa.

      Un abrazo, y gracias por pasar a leerme y comentar!!

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  7. Ufff, vaya reseña más completa. Sin duda, y como te decimos todos, de aquí salimos más sabios (Y casi más guapos, jejeje). A mí este libro me resulta taaaaaaaaaaan atractivo. No lo conocía. Me sonaba. Pero la historia que contiene, ese avance cada vez más intenso. Y encima es hasta cortito. Sin duda, me gusta mucho. Besos

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    1. Buenos días, Marisa.

      Me has hecho reír con de salir más guapos de aquí :) Ya en serio, gracias por tus palabras!!
      Por otro lado, efectivamente, La historia de amor del señor Gilfil es una preciosidad. No puedo recomendar más esta obra, especialmente a quienes les gusta la narrativa decimonónica inglesa.

      Un abrazo, y gracias por tu visita!!

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