CARTA A UN ABOGADO, OCTAVE MIRBEAU

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial: El Nadir Ediciones

Traducción: Blas Parra

Páginas: 111

Medidas: 17×21

Encuadernación: Rústica

Año de publicación: 2013

ISBN: 978-84-92890-62-0

P. V. P.: 15 €


Sinopsis de la Editorial

Mirbeau tuvo la desdicha de contraer matrimonio con Alice Regnault, y de esa fatal convivencia, del engaño y la necesidad de revancha surge Carta a un abogado. Su propia experiencia fue en cierto modo paralela a la de Balzac, de este paralelismo y su admiración personal por el autor surge La muerte de Balzac, que deja adivinar más allá del análisis, que la experiencia compartida de la desilusión amorosa, la imposible armonía en convivencia, se convierten en móvil idóneo para cualquier clase de traición.


Propuesta musical para este libro

*Crédito del vídeo: Canal de YouTube Bartje Bartmans

La obra que el lector está escuchando es la Suite Dolly, Op. 56, compuesta para piano a cuatro manos por el francés Gabriel Faure. La obra consta de seis piezas breves (Berceuse, Mi-a-ou, Le jardin de Dolly, Kitty-valse, Tendresse y Le pas espagnol), que el músico escribió y revisó entre los años 1893 y 1896, para homenajear a la hija menor de la cantante Emma Bardac, que era la amante de Faure. Evidentemente, el título principal de la obra hace referencia a la niña para la que se escribió, que era llamada cariñosamente Dolly.

El motivo por el que he elegido la Suite Dolly para la reseña de hoy es claro, ya que evidencia el momento estético-musical que se vivía en Francia durante la última década del siglo XIX. Por otro lado, Gabriel Fauré y Octave Mirbeau fueron contemporáneos, siendo ambos artistas representantes de élite en sus diferentes disciplinas.



Lo que Undine opina del libro


<Mi consejo es que te cases: si encuentras una buena esposa serás feliz, si no, te harás filósofo.> Sócrates (470 AC-399 AC)


Hoy, miércoles 21 de febrero de 2024, llego nuevamente a París, segunda etapa del viaje literario que, por cuarto año consecutivo, me lleva a seguir los pasos de Phileas Fogg, el aventurero novelesco de La vuelta al mundo en ochenta días, para conocer la cultura y la literatura mundial.

París, que es también conocida como la Ciudad de la Luz (Ville lumière), ha sido evocada en múltiples ocasiones por poetas, filósofos y artistas debido a su belleza, y por considerarla el epicentro mismo del amor. A esta ciudad llena de encantos acuden anualmente millones de turistas en busca de ese romanticismo, que el cine ha inmortalizado en famosas películas como Sabrina o Antes del atardecer, consagrando así a esta ciudad como el mejor lugar del planeta para encontrarse con Cupido.

Sin embargo, París es mucho más que calles sembradas de floristerías, pintores bohemios o cafés musicales de ensueño. Esa imagen de postal comercial es tan sólo el resultado de su recorrido novelesco a través de la historia. Su verdadera esencia, esa que la convierte en un lugar tan singular, en mi opinión, hay que buscarla en su dimensión artística. De otro modo, el gris y el frío de sus gélidos meses invernales podría llegar a decepcionar, especialmente a quienes vayan buscando la calidez que desprende La vie en rose.

La Ciudad de la Luz que, contrariamente a lo que muchos piensan, fue llamada así a comienzos del siglo XIX por haber sido la primera urbe en instalar el alumbrado público, acoge en sus veinte distritos un número considerable de museos, lugares de culto intelectual o templos del saber: La Ópera Garnier (1875), ubicada en el distrito XI y construida en tiempos de Napoleón III (1808-1873); la estación Saint-Lazare, situada entre los distritos VIII y XIX, e inmortalizada en 1877 por el impresionista Claude Monet; o la Basílica del Sacré-Cœur (1875-1923) en el bohemio Montmartre del distrito XVII. Estos son sólo algunos ejemplos de la efervescencia emprendedora y cultural que ha consagrado a París como una de las urbes mundiales con más arte resguardado por metro cuadrado. Y por este motivo, desde antaño ha actuado como centro neurálgico imprescindible para intelectuales llegados de cualquier sitio del planeta.

Estación de Saint-Lazare, Claude Monet (1877)
Fuente: Wikipedia

Entre tanto lugar espectacular que visitar, cuando yo viajé a París por primera vez, mi corazón quedó especialmente ligado al Hôtel Biron, un antiguo edificio construido en el distrito VII parisino, cercano al famoso Hôtel des Invalides, al que llegué por casualidad en mi pasear.

La historia de esta interesante mansión se remonta a los inicios del siglo XVIII, y está ligada a diferentes personalidades. En su primera centuria, fue propiedad de financieros y aristócratas - algunos guillotinados, como Françoise Pauline de La Rochefoucauld, marquesa de Severac (1723-1794)-, que se ocuparon estéticamente del edificio y de los terrenos adyacentes al mismo, decorándolo según los diferentes gustos estéticos y paisajísticos dieciochescos. Finalizada la Revolución Francesa, el lugar fue alquilado y realquilado numerosas veces, y tuvo diversos usos. En él se celebraron bailes y espectáculos, fue utilizado como vivienda del Nuncio del Papa Pío VII entre 1806 y 1808, y, tras este breve periodo, el Hotel Biron fue ocupado por la embajada rusa durante tres años. Quizá, el periodo más estable que vivió esta singular mansión, fue cuando su propietaria, que en 1820 era la duquesa de Charost, se la vendió a Madeleine-Sophie Barat, la religiosa católica que fundó la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.

Sin embargo, esta congregación de monjas católicas, que se dedicaban a educar a muchachas de la aristocracia y de clase media alta, quisieron desterrar del edificio todo indicio de banalidad. Por ese motivo, reformaron el palacio eliminando sus bellas decoraciones dieciochescas de paredes, techos y mobiliario.

El Hôtel Biron (o Maine) "entre cour et jardin"(1737). Louis Bretez,
cartographer Claude Lucas, engraver -
Este archivo deriva de: Turgot map Paris KU 16.jpg (Fuente: Wikipedia)

Es sabido que los tiempos cambian y, con sus nuevas ideas, arrasan con las obras del hombre. Eso ocurrió en 1905, cuando el Hotel Biron pasó a manos del Estado francés, debido a la famosa ley de separación de Iglesia y Estado. Sus vastas tierras fueron recalificadas y divididas en solares para ser edificados, quedando el palacio y su jardín por un lado y el antiguo internado por el otro.

Y es en este momento cuando el Hotel Biron cobra máximo interés para mí, más allá de la relevancia arquitectónica y decorativa que pueda poseer, ya que los inquilinos que a partir de ese momento ocuparon sus estancias, todos grandes artistas del cambio de siglo, fueron determinantes para el arte y la cultura del siglo que estaba entrando. Allí vivieron y trabajaron algunas personalidades de importancia universal, como la prestigiosa bailarina Isadora Duncan (1877-1927), el luminoso pintor Henri Matisse (1869-1954), o el virtuoso escultor Auguste Rodin (1840-1917) que, aconsejado por su secretario, el no menos importante poeta y escritor Rainer Maria Rilke (1875-1926), alquiló un ala del Hotel Biron en 1908, instalando allí su estudio, y ocupando el edificio al completo cuatro años después.

Auguste Rodin, Tucker Collection -
 New York Public Library Archives (Fuente: Wikipedia)

El escultor falleció en 1917, dejando su legado en herencia al Estado francés, con la condición de que el Hotel Biron fuera convertido en museo, algo que se hizo realidad en 1919, cuando nació el bellísimo Museo Rodin, uno de los sitios más inspiradores que los amantes de las Bellas Artes pueden visitar. Allí les espera una de las copias que se hicieron de La puerta del infierno (La Porte de l'Enfer), el magnífico conjunto escultórico cuya ejecución costó a Rodin muchos años, y que está inspirado en las letras universales. Las figuras que los presiden salieron de La metamorfosis de Ovidio, La divina comedia de Dante Alighieri o Las flores del mal de Baudelaire.

Precisamente, la primera persona que emitió la noticia de la existencia de esta gran obra escultórica fue el francés Octave Mirbeau (1848-1917). Periodista, crítico de arte, autor de novelas, obras teatrales y de cuentos, su figura no sólo es recordada por estas facetas, también ha pasado a la historia por ser el descubridor de Auguste Rodin, con quien además tuvo una estrecha relación. A este escritor carismático, y fascinante personaje de la esfera cultural internacional en los albores del siglo XX, dedico la reseña de hoy.

Como iba diciendo, Octave Mirbeau fue un reputado autor que alcanzó la fama internacional y fue aclamado por el público en general. Transgresor, mordaz y comprometido con las problemáticas de su época, su diferente narrativa y las temáticas que subyacen en sus textos exploran las facetas más oscuras de naturaleza humana, donde la violencia, el abuso y el desapego emocional se encuentran en abundancia. Amigo de las vanguardias artísticas y literarias, jugueteó con ellas, sin dejar de ejercitarse en los diferentes géneros literarios, aunque es cierto que en la última etapa de su vida se desligó notoriamente de la novela realista. De ello dan fe dos de sus novelas, La 628-E8 (1907) y Dingo (1913), cuyos protagonistas son su coche y su perro, respectivamente. 

Culto, refinado y apegado a las corrientes estéticas que circulaban por Europa, la vida de Mirbeau no está exenta de contradicciones. Perteneciente a una familia acomodada de Normandía -su abuelo era notario y su padre médico-, su infancia y adolescencia fueron concluyentes para la línea de pensamiento que decidió adoptar para su vida. Cuentan de él, que fue expulsado a los quince años del colegio de jesuitas donde cursaba sus estudios de secundaria, y que los abusos que recibían allí los estudiantes fueron una de las causas por las que el futuro el escritor arremetió en su obra contra la Iglesia y el orden establecido. 

Henri-Joseph Dugué de La Fauconnerie 
André-Adolphe-Eugène Disdéri -Museo de Orsay
Fuente: Wikipedia
Su primer contacto con el trabajo lo tuvo tras finalizar la Guerra franco-prusiana, cuando entró al servicio de Dugué de la Fauconnerie (1835-1914). Su labor como secretario personal de este importante líder bonapartista, en tiempos de Napoleón III (1852-1870), le otorgó muchos contactos políticos que él habría de aprovechar, a cambio de mostrar su apoyo al régimen. De hecho, su primer contacto con el periodismo fue en el periódico L'Ordre, una publicación de ideología bonapartista, donde hizo labores como editor. Fue también por aquel entonces cuando comenzó su carrera literaria, una labor que realizó en la sombra ejerciendo como “negro” (escritor sin rostro al servicio de una causa o de alguien), y estas obras no le fueron reconocidas hasta mucho tiempo después. 

No obstante, con la llegada de los grandes cambios políticos mediada la década de 1880, Mirbeau decidió que ya era hora de hablar en favor de sus propios principios. Comenzó así una carrera literaria fulgurante para él. En ella quiso volcar todos sus intereses ideológicos, éticos y estéticos, al margen de cualquier bandera que se quisiera alzar. Su pluma era potente, y él lo sabía. Era parte de su personalidad.

Su profesión de escritor la llevó más allá del terreno periodístico y de la novela, también fue muy importante su labor como crítico literario y artístico. Esteta impenitente, amigo y promotor de artistas, a él se le atribuye el mérito de haber descubierto a algunos de los más grandes nombres que surgieron en su época. De hecho, fue él el gran impulsor del Impresionismo, un movimiento tan denostado por el mundo académico en sus inicios, que pudo triunfar gracias al apoyo que tuvo en las críticas de Mirbeau.

Anticlerical, anarquista, antimilitarista y pacifista, su vida personal no fue menos controvertida para el momento que le tocó vivir. El escritor contrajo matrimonio en 1887 con la actriz Alice Regnault (1849-1931), una mujer bellísima que, al parecer carecía de talento alguno, a no ser que cuente el éxito como cortesana del que gozó en sociedad. Mirbeau no acertó eligiendo compañera de vida. El escritor pronto descubrió que su esposa estaba tan alejada de ese ideal intelectual que él veneraba, que incluso ocultó esta unión a sus amigos, avergonzado de tan lamentable decisión.

Alice regnault, Gaspard-Félix Tournachon - Photo Nadar
Fuente: Wikipedia

La relación de la pareja fue verdaderamente tormentosa durante los treinta y tres años que duró su convivencia. Es más, a la muerte del escritor, acontecida mientras el país estaba inmerso en la Gran Guerra, Alice traicionó la memoria de su esposo, publicando un falso Testamento Político en el periódico Le Petit Parisien. Al parecer, su pérfida esposa quiso manchar la memoria de Mirbeau haciéndole pasar por un ultranacionalista redomado, cuando él siempre se había mostrado antimilitarista y de ideología de izquierdas. Este terrible engaño no fue descubierto hasta muchos años después.

De todo ello nos habla Blas Parra en el prólogo de Carta a un abogado y La muerte de Balzac, un libro que el El Nadir Ediciones puso hace algunos años en nuestras librerías, con la estupenda traducción del prologuista del libro.

De alguna manera, hablar de los textos recogidos en este libro es hablar de la vida personal de su autor, ya que su temática está directa e indirectamente relacionada con ella. Me explico, Carta a un abogado es una ficción donde el autor escribe de manera encubierta sobre su propia experiencia matrimonial, y La muerte de Balzac son tres ensayos literarios que centran la atención en la figura del novelista Honoré de Balzac, en los que se adivinan muchos paralelismos entre los dos escritores. Es cierto que en ningún momento Mirbeau alude en esta páginas a su matrimonio. Sin embargo, sólo conociendo los pocos datos biográficos que he comentado líneas arriba, se puede adivinar la intención del escritor.

Por otro lado, esta estupenda edición de El Nadir Ediciones dispone de algún que otro pie de página aclaratorio que pone una luz complementaria sobre el tema.

¿Qué encontramos en Carta a un abogado? Este fascinante relato en forma epistolar (realmente es una única carta), narra la vida matrimonial de un caballero que, en pleno proceso de divorcio, explica a su abogado cuáles son las causas que le han llevado a solicitar la separación.

Edición francesa Carta de un abogado (Fuente: Iberlibro)

La obra fue publicada originalmente en 1894 con el título de Mémoire pour un avocat, y apareció en Le Journal en formato de folletín; el libro vio la luz en 1919. Cáustico, sibilino y literariamente absorbente, Octave Mirbeau relata en apenas cincuenta páginas lo que opinaba sobre su propia mujer. Parece ser, que cuando el escritor escribió el relato se encontraba en una grave crisis existencial y literaria, había perdido la confianza en sí mismo, y culpaba de todo ello a su mujer, la antes citada Alice Regnault. Viéndose incapaz de escapar de la trampa emocional en la que se había metido voluntariamente, decidió cargar contra su esposa escribiendo este cuento. Y puedo asegurar a mis lectores, que el retrato femenino que aparece en el texto es para asustar, especialmente a cualquier miembro del sexo masculino que estuviera pensando en cambiar de estado civil.

Mirbeau, mediante la narración angustiosa de la vida conyugal de su protagonista, no solo evidencia su total animadversión hacia las mujeres —desde mi punto de vista, su misoginia queda patente— y su falta de fe en la compatibilidad entre hombre y mujer, su diatriba también deja ver sus inquietudes morales como ser humano. Estas pocas páginas repletas de virtuosismo literario arremeten sutilmente contra el orden establecido y suponen un magnífico ejemplo para conocer al autor, mientras se disfruta de un relato emocionante, entretenido y sobrecogedor. Como nota curiosa personal comentar, que algunos pasajes de esta narración han traído a mi memoria ciertas notas del pensamiento tolstoiano.

La segunda parte de este libro se titula La muerte de Balzac, y se compone de tres narraciones. En realidad, estos escritos eran en inicio capítulos incluidos en La 628-E8, una novela publicada por Mirbeau en 1907. Sin embargo, jamás aparecieron en ella. Antes de su publicación, la hija ya anciana de Madame Hanska, quien fuera la esposa de Honore de Balzac, consiguió que esos textos fueran eliminados del libro. Y no es de extrañar que así lo deseara, porque la imagen que en ellos aparece de su madre es del todo abyecta. Mirbeau se había ensañado con ella. Finalmente, esas  páginas aparecerían recogidas en un texto titulado La Mort de Balzac, gracias al empeño del especialista en la obra de Octave Mirbeau, Pierre Michel, y del escritor Jean-François Nivet, que en 1989 publicaron la obra, aunque ya habían surgido de forma anónima en décadas anteriores otras impresiones de esta.

Balzac, retrato Louis-Auguste Bisson (1842)
Fuente: Wikipedia

Antes de analizar brevemente estos capítulos, y en previsión a que algunos de mis lectores desconozcan quién era Honoré de Balzac (1799-1850), debo decir que este gran literato francés fue el autor de La comedia humana, una obra descomunal, compuesta por noventa y cuatro obras finalizadas -entre novelas y cuentos-, y veinte más que el autor no llegó a concluir, donde construyó el espectro de la sociedad francesa de su tiempo. Por otro lado, a Balzac 👈se le considera el padre de la novela realista francesa, su mejor carta de presentación. 

En estos escritos, Octave Mirbeau deja bien clara la admiración que sentía por su colega de profesión, al que ve como un genio de las letras universales y un admirable personaje. Por contraste, en su faceta emocional, presenta a Balzac como una víctima de la especie femenina y de su propia vanidad.

En este primer capítulo de La muerte de Balzac, titulada por El Nadir Ediciones como Con Balzac, Mirbeau escribe un ensayo virtuoso y admirable, en el que recoge todas las razones de su admiración por él. Recorre a su manera la vida del escritor, al que pinta como un héroe de leyenda fuera de toda convención, y ensalza sus logros en el campo de la novela realista.

El discurso que mantiene el autor es soberbio, animado, elocuente, estéticamente grandilocuente y tan sabiamente pomposo, que dejarse llevar por su lectura es una experiencia emocionante sin igual.

El segundo capítulo ha sido titulado por la editorial como La mujer de Balzac. En este texto el escritor relata la historia de amor entre Balzac y su futura esposa, la noble polaca Ewelina Hańska (1801-1882), a la que conoció estando aún casada, y cuyo cortejo se alargó muchos años en el tiempo.

Fuente: Iberlibro

Narrada como una historia comentada, Mirbeau desarrolla en ella sus argumentos que cuestionan la existencia del amor conyugal, arremete contra la institución del matrimonio y, finalmente, diserta sobre los peligros de ceder ante las pasiones románticas. 

De marcado estilo novelesco, el apasionado carácter del relato nada tiene que envidiar a la tolstoiana Anna Karenina (1878), o a La falsa amante de Balzac 👈(1841). La dramatizada narración ofrece el retrato de un matrimonio que nunca debió ser, forjado sobre débiles pilares como son la vanidad y la superficial admiración. Su tesis sobre los peligros que conlleva dejarse llevar por una halagadora seducción se enmarca en un magnífico relato de tintes folletinesco que, en mi opinión, no defraudará al lector.

El tercer y último de los capítulos lleva por título La muerte de Balzac, dejando claro el contenido del relato. En él, el escritor contiene sus emociones, para ofrecer una narración cruda, desasosegada, y atrozmente sinestésica, de cómo transcurrió el proceso de la muerte de Honoré de Balzac. Todo lo que pueda dar aprehensión al individuo sobre lo que supone la pérdida de la vida queda reflejado aquí.

Dicen los expertos, que las crueles escenas dibujadas aquí por Mirbeau no pretendían ser realistas en el sentido histórico o biográfico, sino que las utilizó para enfatizar sus teorías sobre lo negativo del matrimonio y acerca de la falta de entendimiento o incompatibilidad entre los sexos.

Como quiera que sea, sus artimañas literarias apuntan hacia madame Hańska como la culpable del deterioro físico y emocional de su esposo, o al menos así lo he percibido yo. De hecho, los admiradores de Honoré de Balzac se alzaron contra Mirbeau, pese a que ya antes se habían contado anteriormente historias espeluznantes sobre su muerte. De hecho, el gran Victor Hugo hace mención de ello en sus memorias episódicas publicadas como Cosas vistas (Choses vues, 1887). La diferencia es que Mirbeau arremetió de forma brutal contra la dama, deleitándose en los detalles morbosos, y asegurando que la historia la había escuchado de viva voz en el estudio de Rodin a Jean Gigoux (1806-1894), el pintor que fue el amante de la “pérfida” madame Hańska. Si esto fue así o no, dejo a mis lectores que se adentren en la historia y que saquen su propia conclusión. 

Comentaba a la sazón del matrimonio el escritor y filósofo Sören Aabye Kierkegaard (1813-1855), que  si realmente el período de noviazgo es el más bello de todos, ¿por qué se casan los hombres? Mirbeau fue más allá en sus conclusiones, y sirviéndose de su propia circunstancia, cobró una venganza personal que puso al servicio del arte por el arte. Esteta contumaz, el magnetismo estilístico de su narrativa tan pronto sobrecoge como deleita. Da igual cuáles fueran sus opiniones. En casos literarios como éste, como suele decirse, lo mejor es relajarse y disfrutar.



<Antes de poner en duda el buen juicio de tu mujer, fíjate con quien se ha casado ella. > Proverbio egipcio



Undine von Reinecke ♪


El autor por la Editorial

Fuente: El Nadir Ediciones

Octave Mirbeau (Trévières, 1848-París, 1917)

Octave Mirbeau nació en Normandía y murió en París a los 69 años. Periodista, dramaturgo, crítico literario y novelista, disfrutó, a pesar del vanguardismo de sus textos y las transgresiones de sus obras teatrales, del favor del público. Casi desde el comienzo de su trayectoria se inclinó por la defensa de sus propias causas éticas y estéticas y por los principios ideológicos de la anarquía. Algunas de sus obras más famosas son Diario de una camarera y El jardín de los suplicios.


Comentarios

  1. Buenas tardes Undine, no conozco al autor pero me encanta Balzac y cualquier referencia que me lleve a sus novelas ya me tiene ganada, además soy una amante de las novelas epistolares y soy abogada, así que está claro que está historia es para mí, y si a ello añadimos tu estupenda reseña y la música que le acompaña... No puedo menos que llevármela. Un abrazo.

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  2. ¡Hola! Como siempre, me ha resultado de lo más interesante tu completa reseña pero, en esta ocasión, creo que no me llama lo suficiente y es un libro que no voy a llevarme anotado. Un besote :)

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  3. ¡¡Madre mía!! Menuda entrada más completa que te has marcado. Me ha gustado especialmente la parte del Hôtel Biron, dada mi profesión. Y me he quedado muy tranquila respecto a mi opinión acerca de Tolstoi, pues no andaba tan descaminada como algunos lectores me han querido hacer creer. De lo demás, debo confesar que estoy pez en esta parte de la literatura francesa y que algún día debería abordar de algún modo. Lo dicho, un post fantástico en todos los sentidos... y, ahora, me has dejado la intriga sobre los detalles de la muerte de Balzac.
    Por aquí te dejo mi pequeñísimo aporte de este mes al reto de La vuelta al mundo en 12 libros. Yo me he ido por los cerros de Úbeda, me temo, ya verás. Aquí te dejo el enlace:

    https://eleeabooks.blogspot.com/2024/02/pasaporte-a-magonia-jacques-f-vallee.html

    Solo te adelanto que he leído un ensayo sobre un tema un tanto controvertido. Un beso, Undine.

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  4. Es curioso cómo personas cultas e inteligentes, se confunden tan estrepitosamente a la hora de elegir pareja para compartir su vida. Tanto hombre como mujeres y es que es esencial esa frase que pones como broche final a esta joya de entrada con que nos deleitas: «Antes de poner en duda el buen juicio de tu mujer, fíjate con quien se ha casado ella». Hay otra menos literaria que dice algo así como «Para saber quién es mi padre, pregunta a mi madre». Sí, el noviazgo es una época clave, pero parece ser que no es suficiente para dar una idea de cómo es la persona con la que se decide compartir la vida.
    Me has dejado muy intrigada con ambas obras. Tomo nota de este libro.
    Un beso.

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  5. Buenas noches Undine:
    Llevo diez minutos intentado escribir el comentario pero no puedo porque me entra la risa por culpa del proverbio egipcio que nos dejas al final. Es que es buenísimo.
    No sé qué me pasa con París que no me acaba de encajar, solo he estado dos veces, 6 días en total. Sí, me impresiona, me dio aprensión ciertos lugares históricos, el museo D'Orsay donde si no me equivoco tienen otra copia de la puerta de Rodin es una maravilla pero no sé, no acabo de conectar. Y conste que de la poca novela histórica que leo, París de Eduard Rutherfurd es una y me pareció interesante además de que disfruté mucho de la historia de la ciudad.
    Respecto a la novela creo que es muy ingeniosa. Lo que menos me gusta es el género epistolar. Curioso porque las cartas me encantan pero no tanto como forma de contar historias.
    Ah, sí, la torre Eiffel, con la que tenía 0 expectativas, me sorprendió para bien y me pareció muy, muy bonita.
    Me lo llevo. Que de Balzac solo leí La prima Bette y me lo pasé genial.
    Y soy muy chismosa con las historias personales de escritores.
    Besines y feliz fin de mes

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  6. ¡Hola! No conocía el libro, pero después de leer esta fantástica reseña me han entrado ganas de leerlo. Besos :)

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  7. Menudas reseñas tan buenas haces siempre! Eso sí, todavía me estoy riendo con el proverbio egipcio. Es buenísimo. Sobre la lectura, de nuevo me presentas autor, obra y me voy sabiendo muchísimas cosas más. Y con obra apuntada, que hace tiempo que no me animo con el género epistolar y me atrae lo que cuentas. Y la música elegida, fabulosa. Aquí me quedo, escuchándola otra vez. ¡Gracias!
    Besotes!!!

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  8. A mí me ha dado mucha curiosidad saber qué alega ese hombre para el divorcio. Desde luego, te curras un montón estas entradas, llenas de datos interesantes. Como guía turística no tendrías precio jejeje. El libro tiene muy buena pinta. Obviamente, no lo conocía pero eso es normal cuando asomo mi nariz por aquí. Agradecida que quedo. Y sí, lo del proverbio egipcio nos ha calado a todos. Es para tatuárselo. Besos

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  9. Que maravilla de reseña por favor, que interesante todo lo que cuentas de esta historia me ha gustado mucho y el proverbio también jaja. Besos.

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