RESEÑA: EL DÍA DE AÑO NUEVO, EDITH WHARTON
Fuente: Undine von Reinecke |
Ficha Técnica
Editorial: Ediciones Invisibles
Traductor: Carlos Mayor
Colección: Pequeños placeres
Número de la colección: 32
Número de edición: 1ª
Fecha de publicación: noviembre del 2024
ISBN: 9788412579444
Formato: 11,5 x 18 cm
Páginas: 144
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 15.00 €
Sinopsis de la Editorial
El día de Año Nuevo la familia Parrett está reunida en su suntuoso comedor cuando, de pronto, uno de ellos se da cuenta de que hay un incendio en el edificio de enfrente, el Hotel Quinta Avenida. Mientras observan cómo todo el mundo huye entre el humo y las llamas, ven salir por la puerta del hotel a la señora Hazeldean, acompañada de un joven soltero muy conocido en el círculo de las grandes familias de Nueva York. A partir de aquí es fácil ponerse a hacer conjeturas: ¿estaban juntos en el hotel? ¿Se enterará su marido convaleciente? ¿Logrará ella dar una explicación creíble que justifique su aparición en circunstancias tan sospechosas?
Propuesta musical para este libro
*Crédito del vídeo: canal de YouTube The Wicked North
La pieza que el lector está escuchando es la Marche Solenne, una obra compuesta por Piotr Ilich Chaikovski en 1883, con motivo de la coronación del zar Alejandro III y, quizá, sea por esa razón que podemos adivinar en la obra la paráfrasis del himno nacional zarista.
No obstante, esta no fue la única ceremonia importante en la que se escuchó la Marche Solenne de Tchaikiovski, quien fuera uno de los más importantes compositores del fin de siglo, si no el que más. Esta imponente melodía fue la elegida para la inauguración de uno de los más célebres e importantes templos musicales de todos los tiempos. Me refiero al Carnegie Hall de Nueva York que, el 5 de mayo de 1891, quiso abrir sus puertas por vez primera y de manera solemne. Para ello, los organizadores invitaron al aclamado compositor ruso, quien se encontraba de gira por los Estados Unidos, y este se puso al frente de la orquesta de la Sociedad de Música de Nueva York, deleitando a la crema y nata neoyorquina. Dicen que la velada resultó un éxito memorable, repitiendo la experiencia durante tres noches más.
El motivo por el que he elegido la Marche Solenne de Tchaikovski para acompañar la entrada de hoy, se debe a las circunstancias que rodearon al concierto inaugural del Carnegie Hall, ya que, en aquella velada musical de 1891 ocurrió un hecho insólito. Me refiero a que, por primera vez, en la gran sala de conciertos se dieron cita lo más selecto de la sociedad neoyorquina, junto a un grupo de multimillonarios de nuevo acuño; la “aristocracia” de Nueva York, hasta aquel momento, no tenía a bien relacionarse con los nuevos ricos. Y esta circunstancia, la del viejo y nuevo dinero neoyorquino y su casi inexistente relación, es un motivo que aparece en El día de año Nuevo de Edith Wharton, que es el título protagonista de la reseña de hoy.
Lo que Undine opina del libro
<Si no hubiera sido inventada la sociedad, el hombre hubiera seguido siendo una bestia salvaje, o, lo que viene a ser lo mismo, un santo.> Mijail Bakunin (1814-1876)
Decía el dramaturgo noruego Henrik Johan Ibsen (1828-1906), que la sociedad de su tiempo era masculina, y que hasta que no entrara en ella la mujer no sería humana. Sin embargo, aunque es un hecho que en sus días al género femenino le quedaba un largo recorrido para liberarse, también es verdad que determinados miembros de su género ya venían a manera pegando fuerte, y fueron capaces de marcar sus propias reglas entre los componentes de su círculo social.
Lina S. Astor (Fuente: Wikipedia) |
Lina Schermerhorn Astor, como iba diciendo, no sólo había nacido en una de las familias neoyorquinas de mayor pedigrí, sino que tras su enlace con el millonario William Backhouse Astor jr., caballero también perteneciente a una casta de rancio abolengo, se consolidó como la dama más admirada e influyente del elitista colectivo al que pertenecía. De hecho, el salón de la mansión que mandaron construir en la 5ª Avenida, frente a la de John Jacob Astor III, hermano mayor de su esposo y heredero del apellido, fue el centro neurálgico de la crem de la crem de Nueva York. Sólo quien era alguien en aquellos días era invitado a sus cenas, bailes y reuniones para tomar el té. Y ya se sabe que, en aquel tiempo, la “aristocracia” neoyorquina sólo se reunía en mansiones privadas, las fiestas celebradas en lugares públicos como hoteles eran consideradas poco elegantes, dignas de un Robber baron (término satírico para nombrar a los empresarios multimillonarios de nuevo acuño). Aquel que osara romper las reglas era eliminado del circuito social.
Por ese motivo, cuando el resultado de una rencilla familiar provocó la ira de Lady Astor, el urbanismo y el ritmo social del elegante barrio de Manhattan jamás volvió a ser el mismo. En 1890, William Waldorf Astor, sobrino mayor de su marido, quiso vengar a su madre, que era la verdadera “Lady” de los Astor (Lina se había adjudicado el título), y construyó frente a la mansión de Lina el famoso Hotel Waldorf, vislumbrandose éste frente a sus aristocráticas ventanas de la 5ª Avenida.
Waldorf Hotel, Nueva York (Fuente: Wikipedia) |
El día de Año Nuevo comienza así:
<Ha sido mala… desde siempre. Se veían en el Hotel Quinta Avenida -dijo mi madre, como si el lugar del delito agravara la culpa de la pareja cuyo pasado estaba revelando.>
El día de Año Nuevo narra la historia de Lizzie Hazeldean, una dama casada con un caballero perteneciente a una de las grandes familias neoyorquinas, que ha sido pillada en aparente flagrante adulterio con Henry Prest, uno de los solteros más cotizados de su elitista círculo social.
Todo ocurrió la noche de Año Nuevo, cuando un incendio en el Hotel Quinta Avenida, situado frente a la mansión de la señora Parrett, obligó a los festivos inquilinos del hotel a salir corriendo, quedando expuestos frente a los elegantes vecinos de Nueva York. Durante el incidente, los vástagos de la señora Parret, que disfrutan del espectáculo, creen distinguir a Lizzie Hazeldean entre las personas que los bomberos están desalojando, y observan escandalizados que no es su marido el caballero que la acompaña. Y, este aparente escándalo, dará lugar a un desenlace que nadie podría vaticinar.
Edición en inglés (Fuente: Project Gutenberg) |
Sobre la tetralogía Vieja Nueva York y las circunstancias que movieron a Edith Wharton a escribir esta interesante saga hablé hace un par de años en la reseña de La solterona👈, que es la segunda novela del ciclo. Sin embargo, creo conveniente recordar ciertos aspectos, que son determinantes para comprender y disfrutar al máximo El día de Año Nuevo, ya que, su contexto es uno de los puntos fundamentales de esta obra.
Vieja Nueva York está compuesta por cuatro novelas cortas, que giran en torno a la sociedad más elitista de la ciudad, a la que la propia Edith Wharton pertenecía. Es más, su padre era primo de Lady Astor, la famosa socialité a la que me refería líneas arriba, y la misma alcurnia heredó por línea materna. Esta circunstancia imprimió carácter sobre la escritora, rechazando con el tiempo sus ritmos y costumbres; Wharton conocía muy bien a esa élite neoyorquina que, tras una hipócrita fachada de moral intachable y etiqueta, escondía todos los asuntos que le interesaba enterrar. De hecho, su narrativa más exitosa se dedica a diseccionar todos esos asuntos oscuros, que tratan temas de cultura, religión, costumbres, educación de la mujer, matrimonio, estructura social…
1ª Edición en inglés (Fuente: AbeBook's) |
Edith Wharton residía en París cuando escribió La casa de la alegría (1905), la obra que le dió fama literaria. En ella dejaba al descubierto todos los claroscuros de su clase social, con sus devaneos, cotilleos y algunos temas escabrosos de diferente carácter, que pusieron en alerta a los miembros de ese exclusivo círculo aristocrático. Por aquellos días, la propia Edith tuvo un affaire con el famoso dandy William Morton Fullerton (1865-1952), periodista norteamericano célebre por dar luz al escandaloso caso Dreyfus, un caballero que mantenía paralelamente romances con otras damas e, incluso, tuvo un asunto del mismo carácter con Lord Ronald Gower, quien sirviera de modelo a Oscar Wilde para su sombrío personaje de Lord Henry en El retrato de Dorian Gray.
William Morton Fullerton (Fuente: Wikipedia) |
Como muchos lectores conocerán, La edad de la inocencia se sitúa en el Nueva York de la década de 1870, y en ella se narra una historia fascinante, que centra especialmente su mirada en un trío amoroso en medio de la élite social. La fórmula le gustó tanto a la escritora, que quiso ampliar la idea, escribiendo cuatro novelas cortas, ubicadas cada una de ellas en décadas diferentes. De este modo, Edith Wharton logró dibujar la historia del Nueva York decimonónico que ella conocía, con gran audacia, distinción y autoridad. A saber, False Dawn (Falso amanecer) sucede en la década de 1840, The Old Maid (La solterona) ocurre en la de 1850, The Spark (La chispa) estudia la década de 1860 y New Year's Day (El día de Año Nuevo), el relato protagonista de hoy que, al igual que La edad de la inocencia, también transcurre en la de 1870. Y, aunque es verdad que las cuatro obras poseen principios argumentales diferentes, también es cierto que comparten algunos motivos y personajes recurrentes.
En el caso que nos ocupa, Wharton se inspiró en muchos sucesos inspirados en la vida real. De hecho, desde mi punto de vista, es fácil identificar a Lady Astor en alguna escena de El día de Año Nuevo quien, bajo el disfraz de Sabina Wesson, se alza como la dictadora de la sociedad. Por otro lado, bien podríamos asociar la mansión de la 5ª Avenida de la señora Parret, desde donde el narrador y su familia contemplan el incendio el día de Año Nuevo, como el palacete que poseía Lina Astor en ese mismo lugar, cuya fachada principal terminaría mirando al hotel Waldorf, cuya historia mencioné líneas arriba.
Mansión Astor (Fuente: americanaristocracy.com) |
Llegados a este punto, debo señalar que éste es uno de los temas más significativos de la narrativa whartoniana. La escritora, que se distinguió por crear personajes femeninos potentes, ha sido calificada indistintamente por la crítica como misógina o feminista, por el tratamiento que les da. Sus personajes, tanto las mujeres caídas como las que representan el ángel del hogar, son deslumbrantes, y a nadie dejan de asombrar.
Al respecto de ello, desde mi perspectiva, Wharton no se alza como juez en sus obras, eso se lo deja al lector, ella tan sólo hace las veces de mensajera para denunciar una situación: la deficiente educación de la mujer de su tiempo, esa que la abocaba al matrimonio como profesión. Las damas de su posición social, tanto las herederas como las que no tenían fortuna, se formaban en francés, música, labores de costura y poco más. En cuanto a sus afinidades, estas debían ser exquisitas, al igual que su comportamiento en sociedad, so pena de quedar expuestas a la mirada crítica sin indulgencia ni piedad. Las damiselas que decidían ejercer su libertad, ya fuera por necesidad económica -la pobreza era algo abstracto para la élite neoyorquina-, o cualquier otra razón personal, eran excluidas del círculo social.
1ª Ed. en inglés (Fuente: Wikipedia) |
Algo parecido sucede con Lizzie Hazeldean, el interesante personaje central de El día de Año Nuevo a quien sus contactos cazan en aparente delito de infidelidad. Este enigmático y subyugante personaje femenino, cuya trayectoria por motivos de spoiler no debo explicar, también despunta en este cautivador relato ejerciendo de manera muy sorprendente su libertad. De sus acciones se desprende esta célebre cuestión, ¿es todo válido en el amor y en la guerra?
En este sentido, uno de los aspectos que más llaman la atención de la protagonista de la historia es su lucha interna. Sus miedos, sus atormentados procesos mentales, como reacción a la actitud de los demás y frente a los sucesos que acontecen a su alrededor, aportan oscuridad a la atmósfera de la obra, siendo esta sofocante y ambientalmente magistral. Tanto es así, que sin llegar a ser un thriller, nada más lejos de la realidad, El día de Año Nuevo comparte con este género la tensión y la emoción que se desprende de este tipo de novelas. El estudio psicológico que hace Wharton de Lizzie Hazeldean es soberbio de principio a fin.
Por otro lado, es admirable cómo una obra en la que habitan tantas sombras se transforme progresivamente ante nuestros ojos en un relato de muy distinto calado, denotando al final de la pieza un cierto romanticismo literario, que a unos deleita y a otros puede asombrar. Una vez más, la poderosa pluma de Edith Wharton, tan hábil y experta manejando al lector en cualquier dirección, obra su magia y logra conquistar.
Y eso me lleva al siguiente punto interesante que posee esta nouvelle. Me refiero al planteamiento narrativo de la historia. La escritora, como es común en el global de su obra, aborda la novela originalidad, perspicacia y autoridad, aportando interés sobre el asunto que tiene entre manos y seduciendo al lector con su elegancia narrativa.
Edith Wharton, Edward Harrison Mayo (1881) Fuente: Wikipedia |
De la mano de este, visitamos grandes mansiones, asistimos a bailes y recepciones, nos presenta a jóvenes cadetes, dandies, damas emplumadas y algún que otro árbitro social; incluso cruzamos el Atlántico hasta llegar a Niza como destino esencial. No en vano, es allí donde la aristocracia neoyorquina se divertía mientras esperaba la mejora económica de su bolsillo, y eso la familia de Edith Wharton lo sabía muy bien… La inspiración en la vida real aparece una vez más.
Más allá de la delicadeza con la que la autora dibuja estos escenarios, haciendo patente su autoridad sobre las artes decorativas (Wharton escribió varios libros al respecto), es destacable su destreza perfilando en dos trazos a los personajes implicados en la historia. Un pañuelo excesivamente perfumado, signo de un amante consumado; una mirada de lince, marca de un cotilla avezado; la conducta esquiva de una dama, evidencia de una rencilla femenina; o un comentario afectuoso emitido por un caballero, muestra abnegada de un amor sincero… Todos y cada uno de los carácteres que intervienen en esta historia son interesantes, comenzando por Sillerton Jackson, personaje recurrente en la tetralogía Vieja Nueva York, y finalizando con el narrador, testigo y parte de esta magnífica historia.
Damas implacables frente a caballeros timoratos, frases lapidarias contra pasajes refinados; motivos atrevidos en contraposición a un final espiritual. Leer a Edith Wharton es siempre una experiencia emocionante, instructiva y especial.
Así es El día de Año Nuevo, una novela breve y potente, que pone de relieve la habilidad de Wharton para manipular al lector, obligándolo a reevaluar sus opiniones, frente a los prejuicios de una maltrecha sociedad universal.
<En su lucha contra el individuo, la sociedad tiene tres armas: ley, opinión publica y conciencia.> William Somerset Maugham (1874-1965)
Undine von Reinecke ♪
La autora por la Editorial
Edith Wharton
(Nueva York, 1862 - Saint-Brice-sous-Forêt, Francia, 1937)
Nació en el seno de una familia acomodada. Se casó con un aristócrata doce años mayor que ella, del que acabó divorciándose. Fue una mujer muy independiente para su época, viajó sola por toda Europa y realizó largas estancias en París. Fue la primera en ganar un Pulitzer, que obtuvo por La edad de la inocencia. Tanto El día de Año Nuevo como La solterona forman parte del volumen «The Old New York», donde retrata las costumbres de la alta sociedad en la época dorada de la ciudad, en la que las aparaiencias eran sumamente importantes.
¡Menudo despliegue de reseña! Qué delicia ha sido leerla mientras escuchaba a Tchaikovsky. ¡Muchísimas gracias por tremendo trabajo! He aprendido de historia y de la autora a partes iguales y, por supuesto, me han entrado ganas de leer el libro.
ResponderEliminarNos vemos entre páginas
La vida de mi silencio