RESEÑA: EL INOCENTE, GABRIELE D'ANNUNZIO

 

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica:

Traducción: Eva María González

Introducción y posfacio: Susanna González

Colección «Tesoros de Época»

ISBN:  978-84-938972-8-4

Formato:Tapa dura con sobrecubierta / 16X24 cm 

Páginas: 336 p

P.V.P. 21,90 €

Sinopsis de la Editorial

El inocente narra la historia de un adulterio protagonizado por Tullio Hermil, un joven aristócrata italiano, refinado y libertino, que, abrumado por una carga sensual incontrolable, profesa continuas humillaciones y sufrimientos a su bella esposa Giuliana, traicionándola con hermosas mujeres, entre ellas, algunas de sus mejores amigas.

Tras un tardío intento de acercamiento a su esposa, Tullio comienza a sospechar que la sumisa Giuliana, tras soportar durante años tan dolorosas y repetidas infidelidades, se ha visto tal vez empujada a los brazos de otro hombre. Atormentado por los celos, Tullio enferma de un odio irrefrenable que le lleva a enloquecer con terribles e irreparables consecuencias.

Propuesta musical para este libro

A vucchella. Francesco Paolo Tosti

 A vucchella  es una canción popular napolitana compuesta por Paolo Tosti. La elección de esta pieza ha sido motivada porque el texto fue escrito por Gabriele D'Annunzio. El genial y particular literato, en una vuelta de tuerca más en la lista de sus hazañas, quiso demostrar que podía componer poemas en el dialecto napolitano -él había nacido en la región de Abruzzo, no era napolitano-, y, parece ser, según dicen los críticos, que lo hizo con gran acierto. Recordemos que antes del Risorgimento en la península Itálica se hablaban diferentes dialectos y, una vez se hubo conseguido la reunificación, se aceptó el toscano como idioma de la nueva nación, en honor a la larga tradición literaria de la Toscana.

Lo que Undine opina del libro

<Todo hombre alimenta un secreto sueño, que no es la bondad ni el amor, sino un desenfrenado deseo de placer y egoísmo.> Gabriele d' Annunzio

                                               

Hoy, 20 de abril de 2022, dejo atrás el París de finales del siglo XIX, y me dispongo a cruzar la frontera que delimita Francia con Italia, para comenzar una interesante aventura por tierras de la península itálica. Serán dos las etapas que me llevarán a buscar el corazón de esa nueva nación, nacida a partir de 1861, por obra y gracia del llamado glorioso Risorgimento, el movimiento encabezado por Giuseppe Garibaldi, que unió bajo una misma voz a todos los pueblos italianos herederos de la Antigua Roma. De estos últimos acontecimientos mencionados os hablé en la pasada edición de La vuelta al mundo en doce libros👈. En esta ocasión, centraré mi atención en un personaje que vivió la historia italiana muy de cerca, tanto a nivel político como social y literario, y que debido a su singularidad, hacen de él el perfecto objeto de mi estudio, para conocer el ambiente que se respiraba en Italia en el cambio de siglo. Me refiero a Gabrielle d'Annunzio, el hombre que encabezó la expedición de Fiume, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, ganando la ciudad para el Reino de Italia en 1919. Todo un héroe para la nación que, desde entonces, se referiría a él como “il Profeta” (“el Profeta”), abandonando su anterior apelativo de “il Vate” (“el poeta”), que se había ganado al forjarse una gran carrera como poeta, periodista, novelista y dramaturgo. ¿Quién era este personaje con corazón de trovador y gallardía de héroe?

Gabriele D'Annunzio a los 7 años
Fuente: Wikipedia

Gabriele D'Annunzio, príncipe de Montenevoso y duque de Gallese, nació en Pescara en 1863, en el seno de una familia acomodada. Fue el tercero de cinco hijos, y desde muy temprana edad destacó por su inteligencia, sensibilidad para las artes y vitalidad para cualquier empresa que se propusiera. Con esta personalidad arrolladora, no tuvo complejos para iniciarse en el mundo intelectual con osadía, publicando su primera colección de poemas, Primo Vere, en 1879, cuando sólo tenía dieciséis años. Su padre, Francesco Paolo Rapagnetta D'Annunzio, fue su primer patrocinador, porque creía en las capacidades de su hijo como intelectual y conocía las dotes especiales que poseía para captar la atención de la gente, por ello, arriesgó su propio dinero y financió la publicación del poemario, presagiando que sería todo un éxito. Muy pronto se demostró que tenía razón, ya que el joven Gabriele se hizo popular entre el público romano casi al instante. No sólo lo consiguió con la magia de su poesía, sino que utilizó un pícaro ardid publicitario para dar a conocer su libro. El joven D’annunzio difundió la noticia de su muerte para ganar notoriedad. Como suele decirse: “genio y figura…”, porque así sería su trayectoria hasta el final de sus días.

Cuando Gabrielle D’annunzio llegó a Roma tras finalizar con gran éxito sus estudios secundarios, el escritor ya era toda una celebridad. Por aquel entonces, hablamos de la década de 1880, Roma ya era la capital del reino, tomando el relevo tras Turín y Florencia. El ambiente sociocultural romano marcó la dirección intelectual de D’annunzio, abriéndole las puertas a un tipo de vida mundano y refinado, que serían la columna vertebral de su estilo poético y narrativo. Allí pudo además relacionarse con la crema y la nata intelectual de la ciudad, un nutrido número de escritores, músicos y artistas -es sabido el espíritu artístico que habita en el corazón romano-, que alimentaron su personalidad creativa. Abandonó sus estudios en la Facultad de Arte y se dedicó a escribir y a disfrutar la dolce vita romana. 

Giovanni Verga, retrato de Antonino Gandolfo
Fuente: Wikipedia

En aquellos días, el escritor aún no conocía esa glamurosa efervescencia de Londres y París, con sus movimientos esteticista y decadentista, respectivamente, de la que bebería en el futuro. En Italia, por aquel entonces, el naturalismo y el movimiento verista, capitaneado por Giovanni Verga👈, estaban en pleno auge, proyectando sobre el mundo intelectual una atmósfera poco sofisticada y asfixiante. Il Vate, que ejercía labores como periodista, porque el lujo de su alto nivel de vida le obligaba a ganarse la vida de este modo, sedujo una vez más al público romano con el estilo virtuoso, exquisito y pomposo de sus artículos, que firmaba con el seudónimo de Duca Minimo. El mito había comenzado y aún seguiría creciendo debido a su extravagante y mundana vida privada, que llamaba poderosamente la atención.

En 1883, tuvo que contraer matrimonio con Maria Hardouin, Duquesa de Gallese, ya que la dama se había quedado embarazada. El matrimonio se vio casi desde el comienzo abocado al fracaso, porque las muchas infidelidades de D’annunzio, especialmente la relación que mantuvo durante cinco años con Bárbara Leoni, el gran amor de su vida, determinaron la separación. Su afición por los romances fue una constante en su existencia e influyó notoriamente en el conjunto de su obra, volcando sobre ella sus emociones y sus problemas de conciencia. Utilizaba a sus amantes como musas y fuente de inspiración.

Maria Hardouin, esposa de D'Annuzio
Fuente: kripkit.com

En 1889 consiguió su primer gran éxito como novelista con El placer, que está considerado un texto de culto del esteticismo a la misma altura de EL retrato de Dorian Gray (1890), la célebre obra de Oscar Wilde. La aparición de la novela de D’annunzio supuso una auténtica vuelta de tuerca a la narrativa naturalista que se escribía hasta el momento, había diseñado un estilo propio de estética acentuada, con una prosa de gran carga psicológica y analítica, que le lanzaría al estrellato. Su carrera  literaria se vio favorecida por la imagen que transmitía su pintoresca forma de vida, que estaba envuelta en un halo de misterio, lujo y ensoñaciones del pasado, que fue su mejor recurso publicitario.

Tras triunfar con El placer, Gabrielle D'annunzio cambió Roma por Nápoles. Allí, en el sur de Italia vivió algunos años, bañándose en el rico dialecto de la zona, escribiendo un copioso número de obras -entre ellas El inocente-, e introduciéndose por vez primera en el "universo Nietzsche", que influiría no sólo en sus novelas sino también en su lírica. También durante su etapa napolitana daría comienzo la tercera de sus relaciones románticas importantes, la que mantuvo con la diva internacional de los escenarios Eleonora Duse, que comenzó siendo epistolar, para volverse carnal y cercana, una vez que D’annunzio se trasladó a vivir a Florencia en 1894, donde alquiló la villa La Capponcina, que estaba muy cerca de la que ocupaba la que sería su amada durante una década, y que decoró con un gusto entre medievalista y renacentista de carácter decadente. A esta época pertenece lo mejor de su obra poética, un proyecto inacabado que escribió durante más de diez años, y que recogió bajo el título de Laudi, donde exploraba el concepto nietzscheano de superhombre. 

D'Annunzio en su mansión, 1895 (Fuente: elmundo.es

Para un hombre como Gabriele D’annunzio, tan inteligente, pasional como poco constante en sus afectos, la necesidad de nuevas emociones era una máxima. Por ello, en 1897 dejó un poco de lado sus intereses románticos para ocuparse en la política, un campo de la vida donde se comportó con la misma extravagancia que empleaba en su vida privada, ya que comenzó siendo diputado de extrema derecha, para pasar a militar en la extrema izquierda en 1900. No sería el único cambio ideológico del escritor.

Eleanora Duse, amante de D'annunzio
Fuente: Wikipedia

Dicen que todo lo que empieza tiene un fin, y su relación con la divina Duse concluyó de vergonzosa manera en 1904. D’annunzio había publicado Il fuoco, una novela donde contaba de manera muy poco decorosa la relación que había mantenido con la actriz, a la que engañó con Alexandra di Rudiní, una aristócrata y socialité italiana de comienzos de siglo que, tras esta aventura con el escritor entró a profesar en un convento. Después de este escándalo de sociedad, y acosado por las deudas acumuladas por su ostentoso estilo de vida, D’annunzio se trasladó a vivir a París, por consejo de otra de sus muchas amantes. En la Ciudad de la Luz -recordemos que era el París de Judith Gautier, anterior etapa del viaje👈-, gozó de fama y llevó el mismo estilo de vida que había mantenido en Italia, relacionándose socialmente con la élite artística parisina, destacando la amistad y colaboración que mantuvo con Debussy, sin abandonar por ello sus intereses políticos en Italia.

Comenzada ya la Gran Guerra (1914-1918), D’annunzio regresó a Italia, donde comenzó una campaña propagandística intervencionista, basada en el espíritu de Il Risorgimento garibaldino. Su implicación en los acontecimientos y sus discursos durante todo este periodo fueron épicos, pero, no contento con su labor propagandística, consiguió alistarse en el ejército cuando Italia entró en guerra, a pesar de contar ya cincuenta y dos años, y, tras muchas batallas aéreas míticas consiguió varias condecoraciones, incluida la Cruz de Guerra otorgada por el gobierno francés.

 

Alegoría del vuelo de propaganda realizado sobre
 Trieste el 22 de agosto de 1915 (Fuente: Wikipedia)

En resumen, Gabriele D'Annunzio fue todo un héroe de guerra italiano. No obstante, y pese al resultado de la guerra, el descontento reinaba en el país por esa "vittoria mutilata" (victoria mutilada, descontento con el reparto de tierras), motivo por el cual se iniciaron los primeros movimientos fascistas que terminaron llevando a Mussolini al poder, y a D’annunzio a ser glorificado en Italia, alzándose como il Profeta, tras vencer en Fiume y ganar la ciudad para la nación. Durante esta época su implicación en la política ante los conflictos internacionales fue absoluta, resultando controvertida por el carácter de sus acciones tras la batalla de Fiume, que nunca han estado del todo claras. Lo cierto es que su gloria como escritor, poeta y héroe de guerra quedó empañada para siempre, y la asociación popular que se hacía de D’annunzio con el fascismo, algo que él nunca admitió, pese a la relación que mantuvo con el movimiento, no le ayudó.

El escritor, abatido tras estos últimos acontecimientos, se retiró en 1921 a la región de Lombardía, donde compró una villa que bautizaría con el nombre de Vittoriale degli Italiani. Allí terminó sus días en 1938, pero no pensemos que su vida finalizó en el momento de su retiro, en absoluto, el escritor siguió participando de la vida pública y se implicó en las actividades culturales que favorecían el crecimiento de aquella zona, que hoy lo recuerda como un gran mecenas. Fue nominado para diferentes premios y cargos académicos, algunos los aceptó y otro no, debido a temas ideológicos. En 1937 fue elegido presidente de la Accademia d'Italia, aunque nunca llegó a presidir ninguna reunión.

Como vemos, Gabriele D’annunzio no fue un hombre corriente. Su personalidad apasionada hizo de él un increíble creativo, un esteta consumado que se alimentó de belleza para ofrecer al mundo literario obras sublimes. Entre ellas destaca una novela que está considerada por muchos como la mejor de su producción: El inocente, un título que publicó la editorial dÉpoca en 2011, con el excelente trabajo de traducción de Eva González, quien se sumergió en los difíciles dialectos italianos para ofrecernos un texto de bellísima factura. El libro, además, se completa con dos excelentes textos firmados por la editora de dÉpoca, que ayudan a entender mejor el texto.

El inocente comienza así:

Fuente: Ed. dÉpoca

<Presentarme ante el juez y confesar:

“He cometido un delito. Aquella pobre criatura no estaría muerta si yo no la hubiera asesinado. Yo Tullio Hermil, yo mismo la he matado. Premedité el asesinato en mi casa. Lo ejecuté con una perfecta lucidez de conciencia, de un modo preciso, con absoluta seguridad. Tras ello continué viviendo en mi casa con mi secreto, durante un año entero, hasta hoy. Hoy se cumple el aniversario. Heme aquí en sus manos. Escúcheme. Júzgueme.>

El inocente narra la historia de Tullio Hermil, un caballero de alta cuna, casado y con dos hijas, que pertenece a la élite social romana. Elegante, atractivo y exquisito, su apasionado carácter y su tendencia a ceder ante el placer le hacen buscar fuera del hogar nuevas emociones extramatrimoniales. Un día, arrepentido tras su última afrenta a su esposa Giulianna, intenta acercarse a ésta rememorando los momentos de felicidad del matrimonio y conmovido ante la gran belleza que ella aún posee. No obstante, Giulianna se muestra recelosa y reservada, y Tullio comienza a ponerse nervioso cuando encuentra una dedicatoria en un libro dirigida a su esposa, firmada por un escritor de moda, que es un seductor de fama reconocida. Pese a que Giuliana jamás le ha dado motivos de sospecha, Tullio, desde ese instante, se adentra en una espiral vertiginosa, en un tormento de dudas y sospechas que presagian un terrible final. ¿Será posible que el infiel haya sido burlado por la que siempre fue su fiel esposa?

El inocente es una delicada pieza, una bellísima y dramática novela, que fue publicada en 1892 dentro de la trilogía denominada Las novelas de la rosa, precedida en la saga por El placer, el primer éxito de D’annunzio, y seguida de El triunfo de la muerte (1894). En esta ocasión, D’annunzio arrincona ligeramente ese decadentismo con el que sorprendió en El placer con su personaje principal, Andrea Sperelli, un dandy, un esteta al más puro estilo Oscar Wilde, para construir un nuevo protagonista, Tullio Hermil. En él explora también el concepto de superhombre de Friedrich Nietzsche.

D'Annunzio retratado en estudio de pintor
Fuente: luniversaleditore.it

¿Cómo es Tullio Hermil? D’annunzio lo presenta como un hombre de éxito, rico, elegante, bien parecido, poseedor de una maravillosa familia y triunfador entre las mujeres, una condición que explota hasta el infinito, siempre que esto le proporcione placer. No deja que nada ni nadie se interponga en su camino, todo a lo que aspira es a disfrutar de la vida, sin pensar en el dolor que ocasionan sus actos en otras personas. Pero, ¿qué ocurre cuando este hombre hedonista y egocéntrico se topa con una contrariedad? Entonces, su inestable personalidad emocional se tambalea, y se muestra frágil, inseguro e incluso peligroso para él y los demás. D'annunzio se introduce en la cabeza de Tullio Hermil y construye su perfíl psicológico con la precisión de un cirujano. El escritor se desborda describiendo cada emoción, cada cambio de conducta del protagonista, comparte con el lector la tortura emocional a la que él mismo se somete, dando muestras de un conocimiento absoluto de la conducta humana, basadas en el estudio y, en cierto modo, en sus propias experiencias personales, porque en El inocente, no cabe duda, hay cierto regusto autobiográfico, pues como he comentado al comienzo de la reseña, la vida personal del escritor estuvo sembrada de romances e infidelidades como las que aparecen en la novela, de los que toma algunos motivos argumentales, como los sacados de la vida Alessandra Carlotti di Rudinì, otra de sus múltiples amantes. Así lo asegura también Susanna González en la estupenda introducción del libro, cuando menciona ciertos aspectos de la historia referidos a la complicada relación que D’annunzio mantuvo con su esposa, como también el apasionado idilio que vivió junto a Barbara Leoni.

Por otro lado, y centrándome en el personaje de Giuliana, la amante esposa sobre la que recaen las sospechas, es un retrato fiel del prototipo de mujer de otra época, dócil y estoica, que permanece junto a su opresor sin rechistar. ¿Será posible que su conducta se tambalee?

Alessandra Carlotti di Rudinì. otra amante
de D'Annunzio

En cuanto al resto de personajes, son una galería de retratos de la Italia de finales del siglo XIX. Por un lado, destaca la “mamma” de Tullio, una anciana serena, elegante y fiel a la memoria de su marido, que es el pilar de los Hermil; por otro lado, están las hijas pequeñas del matrimonio, que junto a la abuela son el soporte ambiental que D’annunzio necesita para crear la atmósfera familiar, un clima que se complementa con las apariciones momentáneas del personal de servicio de la casa y los empleados de la finca campestre, compuesto por criadas, guardeses, campesinos y la institutriz de las hijas, que representan el espíritu social del momento. No obstante, en la novela hay otros dos personajes que son de suma importancia para argumentar lo que subyace en la novela, dos caracteres que están ligados íntimamente con uno de los más grandes escritores del siglo XIX, Lev Tólstoi. Me refiero a Giovanni di Scòrdio, un campesino noble, fiel y humilde, que practica la bondad, y Federico Hermil, el hermano de Tullio, un personaje que sigue el canon tolstoiano que encontramos en los célebres Pierre Bezújov (Guerra y paz, 1867) y Levin (Anna Karenina, 1877), a través de los diálogos que mantienen los dos hermanos D’annunzio obrará un homenaje a su admirado colega ruso, y también se sirve de ellos para elaborar su propia filosofía moral y literaria, basadas en la existencia del bien y el mal, lo importante y lo superfluo, lo moral y lo inmoral, la vida y la muerte, temáticas que en el futuro el escritor desarrollará ampliamente en sus obras, pero que aquí se muestran para argumentar la historia y contrastar las personalidades de ambos hermanos.

Por otro lado, no sólo las constantes referencias a personajes y pasajes de Guerra y paz ayudan a establecer el clímax emocional y atmosférico de la trama principal, también encontramos semejanzas con La Sonata a Kreutzer (1889), motivos que no puedo comentar más de lo que he hecho, para no revelar en exceso lo que sucede en El inocente. No obstante, puedo asegurar a mis lectores que la emoción está garantizada, especialmente para quienes, como yo, son admiradores de la narrativa de Tólstoi.

Un aspecto sumamente importante de la novela es el estilo que utiliza Gabriele D’annunzio en el texto. Comenzando por su narración, que es planteada a modo de confesión del propio protagonista, que se dirige al lector para descargar su conciencia, en un inconmensurable monólogo, sembrado aquí y allá de algún breve diálogo. Y continuando por el derroche de virtuosismo que hace el escritor, en un clarísimo intento, más que conseguido, de rendir culto a la belleza. La elegancia y el esteticismo sublime que desprenden sus páginas no tiene límite, llegando en ocasiones a traspasar la barrera de los sentidos, provocando que durante la lectura se materialicen ante nosotros los colores, las fragancias, las sensaciones y emociones que se describen en él. Es fácil dejarse llevar por D'annunzio y saborear junto a él una copa de Chablis, disfrutar un fragante ramo de lilas o sentir sobre la piel la calidez del sol de la campiña italiana al atardecer.  

En otro orden de ideas, la eficacia narrativa que demuestra el autor es sorprendente y magistral, de tal modo que esta novela ha sido comparada en múltiples ocasiones con otra obra maestra de las letras rusas. Estoy hablando de Crimen y castigo (1866), la novela de Fiódor Dostoievsky que ha embriagado a generaciones de lectores, llevándolos al borde del abismo, debido a su acentuada penetración psicológica, y al dramatismo y frialdad con la que es narrada la historia. Los protagonistas de ambas novelas, Raskolnikov y Tullio Hermill, aunque diametralmente opuestos social y personalmente, comparten ciertas similitudes psíquicas, esa dualidad característica de la conciencia humana, que en algunos individuos se desarrolla de manera peculiar, por no decir delictiva o inmoral, cuando se deja llevar por los instintos. En el caso de El inocente, la lucha interior del personaje principal, su tormento y el objeto de su delirio son los celos y el orgullo.

Ha sido una auténtica experiencia, apasionada, sublime, sorprendente y, por qué no decirlo, en ocasiones angustiosa, leer El inocente. Pocas veces me he topado con una novela tan cuidada y reluciente como ésta, de tal modo, que pareciera que su autor hubiera usado la minuciosa y artística técnica de un maestro orfebre. Su estética embelesa, su temática compromete. Detalle a detalle, todo fluye vertiginosamente en la novela, seduciendo y acorralando al lector que, embriagado con la prosa de D’Annunzio, finaliza la lectura completamente entregado a su pasión. 

<Renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón.> Gabriele d' Annunzio 

Undine von Reinecke ♪

Atención: sorteo sorpresa

👉 Comentaba en pasadas semanas, que en la reseña de hoy, 20 de abril de 2022, habría una sorpresa. Se trata de un sorteo especial (sólo para España, península) de un ejemplar de El inocente, cedido amablemente por la editorial dÉpoca que, con motivo del tercer aniversario del blog, se han mostrados espléndidos con Lecturas de Undine.

Normas para participar:

• Ser seguidor del blog o de mi cuenta de Instagram @undine.von.reinecke

• Dejar constancia de la participación en comentarios.

• El sorteo se realizará el próximo martes 26 de abril en mi cuenta de Instagram. Publicaré el nombre del ganador del libro en el blog ese mismo día. 

* Aprovecho para recordar a mis lectores, que sigue abierta la participación en el Sorteo del Tercer Aniversario del blog 👈 La fecha límite para apuntarse es el 25 de mayo de 2022, día de celebración del sorteo.

El autor por la Editorial

Fuente: Biografías y vida

Gabriele D´Annunzio (1863-1938), príncipe de Montenevoso, fue un poeta, novelista, dramaturgo, militar y político italiano, símbolo del decadentismo y héroe de guerra (apodado «el Profeta»), que ocupó una posición prominente en la literatura italiana de finales del siglo XIX y principios del XX.