RESEÑA: EL PRISIONERO DE ZENDA, ANTHONY HOPE

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial ‏ : ‎ Zenda Aventuras (8 mayo 2019)

Traducción: Miguel Temprano García

Prólogo: Arturo Pérez-Reverte

Idioma ‏ : ‎ Español

Tapa blanda ‏ : ‎ 226 páginas

ISBN-10 ‏ : ‎ 8412031032

ISBN-13 ‏ : ‎ 978-8412031034

Peso del producto ‏ : ‎ 314 g

Dimensiones ‏ : ‎ 15.2 x 1.45 x 22.8 cm

P. V. P.: 13,96 €

Sinopsis de la Editorial

El prisionero de Zenda es una de esas novelas privilegia­das. Surgió en 1894 de la pluma del escritor inglés Anthony Hope, y enseguida se convirtió en indiscutible bestseller. Sus ingredientes eran —y lo siguen siendo— infalibles: amores imposibles, héroes galantes, villanos inteligentes, princesas hermosas, coronas en peligro, fieles servidores… Todo ello, situado en el corazón de la Europa elegante de finales del siglo XIX: ese territorio mítico donde se cruzaban viajeros dandis realizando el Grand Tour, condesas misteriosas que tomaban las aguas en balnearios enclavados en mágicas mon­tañas, investigadores privados tras la huella del mal en ciu­dades envueltas en niebla, infieles esposas fugitivas con jóve­nes apuestos en el Orient Express, ladrones de guante blanco al acecho de las perlas de adineradas jovencitas que paseaban por Niza o leían a mister Barnabooth en la terraza de un hotel de Sorrento…


Propuesta musical para este libro

Alfred Newman - Main Title - (The Prisoner of Zenda, 1952)

*Crédito del vídeo: Canal de YouTube Soundtrack Gems

La pieza que el lector está escuchando es el tema musical principal de la película El prisionero de Zenda, un film dirigido por Richard Thorpe en el año 1952, que utilizó para su producción la misma banda sonora compuesta por Alfred Newman en 1937, para otra de las muchas adaptaciones que se realizaron de la novela homónima escrita por Anthony Hope. La excelente música, compuesta por el nueve veces ganador de un Oscar de la Academia, no fue la única coincidencia entre las dos producciones cinematográficas. De hecho, tanto el guión como la manera de rodar ciertas escenas del film de 1952, están calcados de la película que la precedió.

He elegido este tema principal de la versión de 1952 de El prisionero de Zenda, porque fue gracias a esta película que yo conocí esta emocionante historia. Por otro lado, desde mi punto de vista, su protagonista, el gran Stewart Granger, es el actor que mejor encarnó a Rudolf Rassendyll, el carismático héroe de la novela.


Lo que Undine opina del libro


<Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.> William Shakespeare (1564-1616)


Decía Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), que  la habilidad moderna en su tiempo no consistía en esconder la emoción, sino en afectarla. Y, sin duda, él conocía bien el tema, pues era un caballero inglés de pura cepa, educado en las sobrias creencias victorianas de la generación que le precedió. Aquella se distinguió, entre otras cosas, por su destreza para ocultar cualquier tipo de exaltación.

Fuente: Amazon

Sin embargo, también en aquellos días de la reina Victoria, una buena parte del mundo literario británico se postuló en sentido contrario. Fuera de la esfera erudita más rígida, los novelistas decimonónicos ingleses, de alguna manera, se adentraron en el campo sensitivo del individuo con ardor. Sus obras, tanto las sociales, como las ficciones de géneros más ligeros, sabían manipular el universo emocional con sus cavilaciones y sus realistas dramatizaciones, consiguiendo conmover a un nuevo público mejor predispuesto para el desbordamiento emotivo. 

La era de la industrialización estaba en su apogeo, el número de lectores crecía al mismo ritmo que los avances científicos y tecnológicos. Y en esa coyuntura, el género de aventuras y el misterio encontró un hueco ideal para germinar con genialidad. Muchas veces, sus historias se ayudaban de escenarios novedosos o cachivaches singulares, símbolos de prosperidad, añadiendo a la habilidosa pluma del autor en cuestión un cierto halo de exotismo y modernidad. Máquinas sofisticadas, artefactos imposibles, viajes en el tiempo, remotas estaciones de tren, puertos marítimos de ultramar… Los héroes de estas novelas siempre terminaban ocupados en asuntos peliagudos, junto a misteriosas damas o sagaces villanos, fascinando con sus azarosos y románticos lances la excitable imaginación del lector.

Y en esto que se acercaba el interesante fin de siècle, tan combativo y revolucionario en lo social como en el campo estético, cuando el nombre de Anthony Hope se hizo hueco en la esfera literaria internacional con su aclamada novela El prisionero de Zenda. Obra de capa y espada por excelencia, con permiso del Siglo de Oro español, fue un fenómeno editorial tal en la tardía época victoriana, que ha llegado hasta nuestros días con la misma vigencia. Hoy, gracias a la editorial Zenda Libros, que la incluyó en el año 2019 en su colección Zenda Aventuras, el lector en lengua hispana puede disfrutarla, con el trabajo de traducción de Miguel Temprano y el prólogo al texto de Arturo Pérez Reverte.

Cártel de la daptaciónde 1937
Fuente: Wikipedia (©1937 United Artists Corporation )

La historia que narra El prisionero de Zenda es muy popular. De hecho, existen muchas ediciones del siglo pasado que dieron buena cuenta de ella, como también se realizaron numerosas dramatizaciones y adaptaciones cinematográficas de la novela. Yo misma me dejé fascinar durante mi adolescencia por una de ellas, concretamente por la producción de 1952. Esta emocionante película, que estaba protagonizada por el maravilloso Stewart Granger, la bellísima Deborah Kerr y el carismático James Mason, tutelados por el director Richard Thorpe, consiguió seducir a muchos miembros de mi generación, y de generaciones anteriores y posteriores. Y no me cabe duda, que si las plataformas televisivas actuales emitieran el film, o si éstas realizaran una nueva adaptación, la historia seguiría siendo un éxito tan mediático como lo fue en el momento de su primera aparición. Así de apasionante es estupenda ficción.

Pese a todo lo anteriormente dicho, mi contacto con la obra literaria es de fecha reciente. Tras muchos años queriendo disfrutar de la novela, no me decidí a hacerlo hasta participar en la actual edición del reto Serendipia Recomienda, bajo previa recomendación de MH, miembro del blog literario Las Inquilinas de Netherfield. Y debo reconocer, que la experiencia ha sido extraordinaria, comenzando y finalizando la lectura en tan sólo unas pocas horas. 

Probablemente, mis lectores conoceran el principio argumental de El prisionero de Zenda. Sin embargo, no me resisto a compartir una breve sinopsis de la novela, que dedico con ilusión a los lectores de la nueva generación.

El prisionero de Zenda comienza así:


< -¡No sé cuándo te vas a decidir a hacer algo de provecho, Rudolf! - exclamó la mujer de mi hermano.

-Mi querida Rose -respondí, dejando sobre la mesa la cucharilla con la que acababa de cascar el huevo-, ¿por qué tendría que hacer algo de provecho? Mi situación es desahogada. Tengo rentas casi suficientes para satisfacer mis necesidades (...), disfruto de una posición envidiable: soy hermano de lord Burlesdon, y el cuñado de su encantadora señora, la condesa. ¿No te parece suficiente? >


Rudolf Rassendyll es un joven aristócrata inglés, hermano menor de un conde, cuya posición en la vida le permite vivir holgadamente y sin ninguna responsabilidad. Sus días transcurren igual unos a otros, de fiesta en fiesta, de viaje en viaje, y sin nadie a quién rendir cuentas de todo ello. De porte elegante y noble, el físico de Rudolf llama la atención por el color de su cabello, un tono pelirrojo llameante, que sólo algunos miembros su clan comparten, y que esconde un gran secreto familiar. Al parecer, esos genes pelirrojos son la herencia dejada por un adulterio, una infidelidad cometida por una bisabuela que engañó a su marido con el rey de Ruritania. Pero la cosa no queda ahí, porque Rudolf es la viva imagen del actual heredero al trono de aquel país centroeuropeo, un primo lejano con el comparte también el nombre. Un día, escapando del acoso de su cuñada, Rudolf Rassendyll decide emprender un viaje, para asistir en secreto a la coronación de su tocayo. Y así, haciendo escala, primero en París y después en Dresde, nuestro protagonista toma un tren que le llevará a Ruritania, un lugar donde el tiempo parece suspendido, plagado de mansiones elegantes, castillos medievales y bosques frondosos.

Sin embargo, la coronación ha concentrado a muchos curiosos en la capital, dejando hoteles y posadas desprovistos de una cama que poder ofrecer. Por ese motivo, Rudolf decide alojarse en la población de Zenda, que está a unas pocas millas del objetivo de su viaje. Y es allí donde comienza realmente esta historia, porque nuestro héroe se topa casualmente en ese lugar con su primo de sangre real. Los dos caballeros se muestran tan sorprendidos y fascinados por la semejanza de su físico (son casi como dos gotas de agua), que deciden celebrar con abundante vino tan fantástica coincidencia. A la mañana siguiente, los adjuntos al futuro monarca son incapaces de despertarlo y, comprendiendo que este ha sido víctima de una conjura política, ruegan a "nuestro Rudolf" que tome momentáneamente su personalidad, acudiendo a la coronación en su lugar. ¿Serán capaces de engañar a los ciudadanos de Ruritania, a la prometida del futuro monarca y a los implicados en el golpe de estado? La aventura está asegurada.

Frontispicio edición  Macmillan Publishers (1898)
ilustrado por Charles Dana Gibson
Fuente: Wikipedia

El prisionero de Zenda en una emocionante y romántica historia, que fue escrita por el londinense sir Anthony Hope Hawkins (1863-1933) en 1894, quien le dio el título original de The prisoner of Zenda. La editorial encargada de la publicación fue J. W. Arrowsmith, que la puso en las librerías un año más tarde. El éxito de la novela fue tan espectacular, que su autor, un licenciado en leyes por Oxford que hasta ese momento había ejercido como abogado, decidió dedicarse profesionalmente a la literatura, publicando en 1898  Rupert de Hentzau, la secuela de su aclamada novela.

Comentaba líneas arriba, que El prisionero de Zenda pertenece al género de capa y espada. De este modo, la obra está plagada de escenas de peleas y combates cuerpo a cuerpo, situadas en escenarios pintorescos, que están impregnados de un gótico romanticismo. Sin embargo, la tremenda popularidad de esta novela dio pie al nacimiento de un nuevo subgénero literario, el denominado romance ruritano, que se denominó así, por estar ubicada su historia en un reino ficticio de la Europa central decimonónica cuyo nombre era Ruritania. Y, desde entonces, novelistas, dramaturgos, cineastas y creativos en general, se han inspirado en este canon, existiendo un número importante de obras que encajan con la definición de romance ruritano. Y si mis lectores me piden algún ejemplo novelesco, les diré que la preciosa aventura que habita en La princesa prometida de William Goldman es uno de ellos.

No obstante, otros novelistas utilizaron antes el motivo del país ficticio. Por ejemplo, Robert Louis Stevenson lo hizo en 1885 en su obra El Príncipe Otón. La originalidad que se le atribuye a El prisionero de Zenda, que le otorga el honor de haber bautizado este delicioso subgénero novelesco, es la combinación de todas las herramientas narrativas y ambientales que maneja. A saber, además de la anteriormente comentada ubicación de la aventura en un país ficticio, su héroe es un caballero valeroso, que defienden con su vida las causas del honor, la lealtad y el amor, y que, además, antepone la salvación de un trono en detrimento de sus propios intereses. Estos son los argumentos de los que se sirvieron otros autores para construir su propio romance ruritano. Como dato curioso, señalar que el propio Winston Churchill también se sintió inspirado a escribió uno, Savrola: A Tale of the Revolution in Laurania (1900).

Otro dato singular, que confirma la repercusión de El prisionero de Zenda a escala social, más allá del mero entretenimiento, es que los juristas especializados en derecho internacional utilizan el término "Ruritania y otros países ficticios" para describir un caso hipotético que ejemplifica algún aspecto jurídico.

Cártel de la adaptación de 1922
Fuente: Wikipedia

Sea como sea, en mi opinión, El prisionero de Zenda no sólo posee los méritos anteriores, también goza de otras virtudes literarias. Su fluidez narrativa, la capacidad del autor para atrapar al lector en su descabellada trama, y la fantástica ambientación ideada por Hope, que alimenta la más romántica imaginación, son otras cualidades que potencian su excelencia. Por otro lado, también es notoria la audacia de determinadas herramientas argumentales, como la suplantación de identidad entre el protagonista y el heredero al trono ruritano, que fue vista en el momento como un trasunto del parecido real entre el zar Nicolas II y el entonces príncipe de gales (futuro Jorge V), que eran primos también, alimentando el interés del lector y su fascinación por conocer el desenlace de la historia. De hecho, la obra posee determinados guiños históricos, que debieron hacer las delicias de los lectores contemporáneos a Hope, ya que, en ellos se pueden adivinar determinados aspectos de la realidad centroeuropea del momento...

En otro sentido, y no menos importante, los personajes que protagonizan la historia parecen caballeros y damas de ancestrales leyendas vestidos con pintorescos ropajes emocionales decimonónicos. Desde mi perspectiva, el más atractivo es Rudolf Rassendyll, el principal héroe de esta historia. En él, pese a los defectos que en la actualidad la crítica le suele adjudicar, por los innegables arrebatos de violencia que le invaden durante la trama, también se concentran todos los atributos que un caballero de honor debe tener. Virtudes que siempre despierta la admiración de las damas, la envidia de todos sus enemigos, y aportan gran emoción a la trama. Enfrentado a este, pero igualmente interesante, tenemos al apuesto Rupert de Hentzau, un villano despiadado e inteligente, cuya relevancia en la historia es incuestionable, y eso justifica la secuela que el autor le dedicó tres años después, pese a no ser el único malvado que aparece en esta historia. De hecho, Michael el negro, hermano del futuro rey de Ruritania, que es el jefe Hentzau, podría ejercer un papel de talante similar; o quizás no...

En cuanto a los principales personajes femeninos, son dos los que destacan. De un lado se encuentra la princesa Flavia, que es la prometida del futuro rey de Ruritania, y que es ajena a la secreta suplantación de su persona. Su personalidad e historia emanan tal romanticismo, que yo la imagino bajo la prerrafaelita imagen de la Dama de Shalott. De otro lado, y bajo una ambigua nebulosa de carácter novelesco, tenemos a Madame de Mauban, una viuda francesa, sofisticada y misteriosa, que bebe los vientos por Michael negro, cuya estampa se asemeja a la que lucen las damas descarriadas que imaginaron para sus divas Edith Wharton 👈o Henry James👈. Con tan fascinantes féminas encabezando esta palpitante historia, los secretos, el romance y la traición están asegurados, añadiendo un plus de atracción hacia la novela con su presencia.

En cuanto a los secundarios, liderados por el pendenciero coronel Sapt y el noble Fritz, componen una genial colección de figuras deslumbrantes, formada por militares aguerridos, gentiles caballeros y muchachas lozanas de la campiña ruritana. Y no, no me olvido de Lord Burlesdon y su condesa inglesa, hermano y cuñada de Rudolf Rassendyll, con ellos da comienzo y finaliza esta subyugante historia, imprimiendo chispa a la conclusión.

Anthony Hope acababa de entrar en la treintena cuando publicó esta novela, y no imagino cómo manejaría en ese momento el increíble éxito que obtuvo su creación. ¿Podría presagiar que años más tarde los lectores del siglo XXI seguiríamos apreciando El prisionero de Zenda con tanto deleite y pasión?

Arturo Perez Reverte, autor del prólogo de este libro, habla en su texto de lo que supuso para él en su infancia conocer esta historia, y de la repercusión que ha tenido sobre su persona seguir admirándola a lo largo de su vida. Su poder reside, dice él, en su universalidad, en la cualidad de seguir emocionándonos donde quiera que estemos, en cualquier momento y a cualquier edad. 


<Cada cual tiene la edad de sus emociones.> Anatole France (1844-1924)


Undine von Reinecke ♩


El autor por la Editorial

Anthony Hope, hijo del reverendo E. C. Hawkins, creció en el ambiente humilde del Londres brumoso e industrial de mediados de siglo XIX. Se formó como abogado y procurador en la Universidad de Cambridge. Ejerció como jurista durante algunos años, aunque su ambición era la política; por esa razón y aunque ya tenía publicados numerosos artículos y tres novelas, en 1892 se presentó como candidato por el Partido Liberal en las elecciones de South Buckinghamshire, famoso feudo conservador, sin salir elegido. Dos años después de esa derrota política le aguardaba una grata victoria literaria: el éxito casi inmediato de El prisionero de Zenda.Este triunfo y su posterior continuación en Ruperto de Hentzau convencieron a Hope de la conveniencia de abandonar el ejercicio de la abogacía, convirtiéndose en novelista profesional y escribiendo hasta su muerte, en 1933, un total de 32 volúmenes, aunque ninguno tan famoso como la inmortal saga ruritana.


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