RESEÑA: CRISTINA, HIJA DE LAVRANS, SIGRID UNDSET

Fuente: Undine von Reinecke

Ficha Técnica

Editorial: Ediciones Encuentro

Traducción: Rosa S. de Naveira

Colección: Básicos (Tapa blanda)

Género: Ficción histórica

PÁG: 1224      

Tamaño: 11 x 18 cm   

Publicación: Ago 2007

ISBN: 978-84-7490-864-0

Precio: 24,90

*Existe nueva edición en tres tomos (20 € cada uno). También disponible en ebook: 9,99 €)


Sinopsis de la Editorial

Obra cumbre de la escritora noruega Sigrid Undset (1882-1949), Cristina, hija de Lavrans está considerada la mejor novela histórica del siglo XX. Narra la vida de Cristina, una joven inmersa en un mundo de pasiones y desesperanzas. 


Propuesta musical para este libro

Concierto para piano en la menor, Op. 16, Edvard Grieg (intérprete Jan Lisiecki)

*Crédito del vídeo: Canal de YouTube: hr-Sinfonieorchester – Frankfurt Radio Symphony

© 2023 Hessischer Rundfunk (hr)

La obra que el lector está escuchando es el Concierto para piano en la menor, Op. 16 (Klaverkonsert in a-moll), que fue compuesto en 1868 por Edvard Grieg. La obra fue estrenada en Copenhague un año después, y es el único concierto para piano que llegó a finalizar el compositor noruego. Grieg, que era un gran admirador del músico germano Robert Schumann, dejó sentir esa afinidad en su concierto para piano. No obstante, el noruego también impregnó su obra del folclore patrio. El concierto está compuesto por tres movimientos (I. Allegro molto moderato. II. Adagio, en re bemol mayor. III. Allegro moderato molto e marcato - Quasi presto - Andante maestoso), y tuvo buena acogida cuando se estrenó. Edvard contaba por aquel entonces veinticuatro años de edad. Como nota curiosa, comentar que Liszt llegó a interpretar la pieza en Roma en 1870.

He elegido el Concierto para piano en la menor, Op. 16 de Edvard Grieg para acompañar la reseña de hoy, porque se trata de una de las creaciones más importantes de su autor, al igual que ocurre con Cristina, hija de Lavrans de Sigrid Undset. Por otro lado, el músico y la escritora eran compatriotas, y del conjunto de sus respectivas obras emana el folclore de su país.


Lo que Undine opina del libro


<Dueños de sus destinos son los hombres. La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.> William Shakespeare (1564-1616)


Existe un país en Escandinavia llamado Noruega cuya historia contiene múltiples leyendas. Tierra de vikingos y dioses paganos, sus hazañas han sido cantadas en los cuatro puntos cardinales, porque este pueblo aguerrido y conquistador consiguió atemorizar a muchas naciones allende los mares. Fue gracias a Harald Hårfagre (“Harald el de Hermosos Cabellos”),  que las diferentes tribus vikingas se unieron en una sola nación. Corría por entonces el año 872 de nuestra era. Su reinado fue turbulento y complejo, pero consiguió extender las fronteras del territorio noruego y mantuvo una inteligente política exterior; incluso quiso enviar a estudiar en Inglaterra a su hijo Håkon.

Ilustración manuscrito islandés Flateyjarbók del siglo XIV, al cuidado del
 Instituto Árni Magnússon en Islandia. (Fuente: Wikipedia)
A la muerte de este líder sabio y unificador, los muchos hijos que tuvo como resultado de sus diez matrimonios lucharon ferozmente por alzarse con el poder. El vencedor resultó ser Erik, el más joven, que eliminó uno a uno a todos sus hermanos, excepto Håkon, aquel que había sido enviado por su progenitor a tierras inglesas. Durante el reinado de Erik, éste  demostró tal incompetencia, que echó por tierra los logros de unificación conseguidos por el monarca anterior. Tuvo que regresar su hermano Håkon para arreglar el problema, obligando a Erik a huir del país hacia Gran Bretaña, donde se apropió del trono de York, pasando a los anales británicos como Erik Hacha Sangrienta, debido a sus salvajes acciones.

Con Håkon en el trono noruego llegaron otros tiempos. El monarca, que es recordado como Håkon el Bueno, había sido bautizado en la fe cristiana durante su estancia en tierras británicas, y cuando regresó a su nación, llevó consigo dicha religión. 

Fue así cómo Noruega se hizo cristiana en primera instancia, aunque muchos vikingos continuaron el culto a Thor, Odin y Freyr. No fue fácil para los misioneros llegados de Inglaterra junto a Håkon combatir esta circunstancia, y aunque cambiaron los nombres de aquellos dioses paganos venerados, sustituyéndolos por los de santos católicos, los ritos y ofrendas continuaron realizándose a lo largo y ancho de la nación. De hecho, cuando Håkon el Bueno falleció en el 960 como resultado de una batalla, también desapareció de Noruega la religión que llevó con él.

Olaf el Santo (Fuente: Wikipedia)

El catolicismo renacería a finales del siglo X, cuando Olaf I ocupó el trono noruego. Sin embargo, no sería hasta el 1015, con el ascenso al trono de Olaf II, que la fe cristiana se consolidó. Este monarca, también conocido como Olaf el Grande, y como Olaf el Santo tras su canonización, fue el que instauró en el año 1024 la llamada Iglesia de Noruega. Cuando éste falleció defendiendo el país de la invasión orquestada por el rey Canuto de Dinamarca, sus súbditos percibieron su muerte como un martirio, es por ese motivo que el rey no tardaría en ser elevado a la categoría de santo.

Testigo de dicha veneración es la imponente catedral de Nidaros de la ciudad Trondheim, un lugar que rindió homenaje a Olaf II hasta que llegó a Noruega la Contrarreforma Protestante (1537), convirtiéndose en uno de los más visitados santuarios europeos de peregrinación.

Y este escenario, entre otros muchos, es el que nos ofrece Cristina, hija de Lavrans, una trilogía firmada por la escritora noruega Sigrid Undset (1882-1943), que ha sido publicada en nuestro idioma por Ediciones Encuentro. La edición cuenta con un interesante prólogo del escritor Davide Rondoni, correspondiendo la traducción a Rosa S. de Naveira.


Cristina, hija de Lavrans comienza así:


<Cuando en 1306 se procedió al reparto de los bienes de Ivar Gosling, el Joven, de Sundbu, sus tierras de Sil correspondieron a su hija Ragnfrid y a su yerno Lavrans Bjoergulsoen. Hasta entonces habían vivido en la granja de Skog, en Follo, cerca de Oslo, pero la abandonaron por la de Joerund, situada en la parte alta de los prados de Sil.>


La novela nos lleva a la Noruega de comienzos del siglo XIV, y sigue los pasos de Cristina Lavransdatter a lo largo de su vida. Nacida en una familia de orígenes nobles, Cristina ha estado desde siempre apegada a Lavrans, su padre, un hombre recto, trabajador y bondadoso, de fuertes convicciones cristianas, que es respetado tanto por los hombres humildes que trabajan sus tierras, como por los grandes señores del país. La joven, que posee muchas virtudes, también ostenta un carácter obstinado, y se siente inclinada a contraer matrimonio tan sólo por amor. Sin embargo, su progenitor la ha prometido a Simón Darre –un joven honesto y atractivo, al que casi no conoce y por el que no siente atracción–, porque esta unión es beneficiosa para las dos familias, una práctica habitual en las tierras noruegas. Así las cosas, y debido a una terrible tragedia, la boda de Cristina y Simon es aplazada durante un año, y la novia es enviada durante ese tiempo a un convento de Oslo. Durante su estancia junto a las hermanas, Cristina conoce al guapo y seductor Erlend Nikulausson, que siente hacia ella una apasionada atracción. Desde ese momento, se inicia para Cristina una etapa de emociones turbulentas, y sus decisiones afectarán notablemente el rumbo del resto de su vida.

Paralelamente a todo ello, el destino de la corona noruega y de la paz del país corren serio peligro. Las guerras en el norte, las conjuras políticas y la Peste Negra amenazan durante todos esos años el bienestar de la nación.

Edición americana de 1927 del tercer vol.
Ed. Alfred A. Knopf, New York, 1927
Fuente: IBerlibro

Cristina, hija de Lavrans es una bellísima, espectacular y emotiva historia, una trilogía épica que fue publicada entre los años 1920 y 1922 por la prestigiosa editorial noruega Aschehoug. El primer libro vio la luz en 1920 bajo el título Kransen (La corona), la continuación lo hizo en 1921 como Husfrue (La esposa/mujer) y, finalmente, el ciclo se cerró en 1922 con Korset (La cruz). Más tarde, sería recogida como única historia como Kristin Lavransdatter (Cristina, hija de Lavrans) que es nombre por el que se la reconoce hoy.

Obra monumental y palpitante, sus poco más de mil doscientas páginas consiguen atrapar desde el principio al lector que, animado por el interés que va despertando paulatinamente la historia, avanza página tras página, deseando conocer el desenlace de la historia. Así de fascinante es esta trilogía, que ha pasado a los anales del tiempo como una de las mejores ficciones histórica del siglo XX.

De hecho, pocos años después de haberse publicado, concretamente en 1928, le fue concedido a Sigrid Undset el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca se lo otorgó en reconocimiento a su "descripción de la vida nórdica durante la Edad Media". El tribunal basó principalmente su fallo en Cristina, hija de Lavrans, que a la postre se convirtió en la obra más célebre de la escritora. Sin embargo, invito a mis lectores a que buceen por el resto de la narrativa de esta magnífica autora, porque se toparán con obras de una calidad narrativa extraordinaria. Ejemplo de ello es Ida Elisabeth, novela que reseñé en semanas pasadas.

Ingvald Martin Undset (Fuente: Wikidata)

Sea como sea, como dice el refrán: “de casta le viene al galgo”, porque Sigrid era hija de Ingvald Martin Undset (1853–1893), un respetado arqueólo y académico de su tiempo, que transmitió a su hija estas inquietudes intelectuales. Y aunque la futura novelista careció de formación universitaria, pues la temprana muerte del padre la obligó a abandonar los estudios y ponerse a trabajar a los dieciséis años, su inmenso interés por el pasado y la historia nórdica jamás decreció, formándose de manera autodidacta. Dicen los entendidos, que durante el proceso creativo de Cristina, hija de Lavrans, la novelista viajó a cada uno de los lugares que aparecen en la trilogía y estudió exhaustivamente cada motivo histórico y ambiental que incluyó en la obra, convirtiéndose ésta en un documento de gran valor para conocer la historia noruega del momento en el que se sitúa la acción.

Ya en aquellos días de su adolescencia mostró esa determinación e interés. De hecho, a los dieciseis años intentó publicar algunos cuentos medievales, aunque el editor a quien le mostró sus trabajos la invitó a que dirigiera sus esfuerzos hacia temas más modernos… Así lo hizo la joven Sigrid que, en 1907, sorprendió al público y a la crítica con Marta Oulie, una historia que narra la relación adúltera de una mujer. 

Sin embargo, como decía líneas arriba, Undset nunca perdió el interés por el pasado de Noruega y retomó la ficción histórica pocos años después. Muestra de ello es Fortællingen om Viga-Ljot og Vigdis (1909), una novela que se desarrolla en la era vikinga, en la que combina ciertos motivos feministas dentro de una atmósfera historicista, y no sería la última vez. Cuando la novelista escribió la trilogía protagonista de hoy, Undset ya era conocida por su amplio y notable espectro narrativo.

No obstante, durante los años previos a la aparición de Cristina, hija de Lavrans, en el terreno personal, dos asuntos ocasionaron en la escritora una intensa crisis espiritual: las desavenencias con su marido, del que terminaría separándose en 1919, y los acontecimientos terribles de la Primera Guerra Mundial. Como resultado de esta etapa emocional turbulenta, la escritora terminaría convirtiéndose al catolicismo en 1924.

Sigrid trabajando en Cristina, hija de Lvrans en Bjerkebæk, la casa que se
compró tras su divorcio (Fuente: Wikipedia)

Paralelamente a todas estas circunstancias, y con la casa llena de niños fruto de su matrimonio fallido, Sigrid Undset comenzó a trabajar en esta potente trilogía. En ella, la autora no sólo logró captar brillantemente la sociedad noruega de la primera mitad del siglo XIV, con su paisaje, sus gentes, costumbres, ritos paganos y religión, también dibujó en ella un estudio meticuloso y emotivo sobre las relaciones humanas. El matrimonio, la maternidad, la familia, las diferentes expresiones del amor…Todo lo que conforma el mundo emocional y moral del individuo desde que nace hasta que fallece forma parte de esta narración. 

Y todo ello, enmarcado en un momento histórico complicado y muy interesante de la historia de Noruega. Me refiero a la crisis en la que estuvo inmerso el país durante el siglo XIV. 

Considerada como una época de declive para Noruega, esta difícil etapa fue ocasionada por las diferentes uniones dinásticas establecidas con Suecia y Dinamarca, que le privaron de su independencia a nivel político y económico a la nación. En el momento en el que se enmarca Cristina, hija de Lavrans, los noruegos compartían monarca con los suecos, y esta circunstancia les perjudicó. Estoy hablando del reinado de Magnus Eriksson (1316-1377), apodado como Magnus Smek (Magnus cariño) por su presunta homosexualidad, un monarca que ha pasado a la historia como un soberano indolente y falto de carisma, pese a su buen hacer en su faceta como legislador.

Sello del rey Magnus II de Suecia y VII de Noruega (Fuente: Wikipedia)

Magnus, como decía, tenía derecho a ambas coronas por ser nieto de los reyes Haakon V de Noruega (1270-1319) y Magnus Ladulás de Suecia. Sin embargo, tan sólo contaba tres años cuando subió al trono de ambos países. Por ello, su madre, la duquesa Ingeborg, se hizo con el gobierno de ambos reinos, pero su gestión fue tan sospechosa y sus relaciones sentimentales tan inconvenientes que, tanto los nobles suecos como los noruegos le quitaron el poder. Finalmente, la unión entre los dos reinos quedó limitada tan sólo a una alianza defensiva hasta que el monarca obtuvo la mayoría de edad. Una vez en el poder, los dictámenes de Magnus, sus consejeros y las políticas que usó perjudicaron a sus súbditos noruegos, despertando el descontento de esta nación.

Grosso modo, este es el motivo ambiental de fondo que desarrolla Sigrid Undset a lo largo de su novela. La autora supo plasmarlo con brío, rigor histórico y claridad. Y al ritmo de todo ello, desgrana la forma de vida de la Noruega de aquel tiempo, una nación cuyos habitantes dividían sus afectos entre el catolicismo piadoso y el culto a los dioses paganos. De hecho, el tema de la religión, las creencias y la superstición también ocupa un lugar importante dentro de la trilogía, como es normal en una obra que se sitúa en la época medieval del mundo cristiano.

Por otro lado, muchos pasajes del texto aluden a las órdenes monásticas y su forma de vida, a la construcción de catedrales y de su importancia para la comunidad donde se erigían; también enumera algunos de lugares santos noruegos y otros extranjeros (Santiago de Compostela no podía faltar), describiendo la dureza del camino para los peregrinos… Estos y otros motivos ambientales, que llevan a lector a viajar por la geografía noruega de norte a sur y de este a oeste, recorriendo tanto las regiones bañadas por los fiordos, la montaña, el campo o la ciudad, sitúando a Cristina, hija de Lavrans como precursora extraordinaria de obras del calibre de El nombre de la rosa de Umberto Eco (1980) o de Los pilares de la Tierra de Ken Follett (1989). 

Sin embargo, sería parco hablar de este ciclo tan sólo desde el punto de vista histórico, porque en éste también subyace una mirada moral. Más allá de las conjuras políticas, de los amoríos palaciegos y las traiciones de todo calibre que contempla la autora, la trama de Cristina, hija de Lavrans narra de manera épica la vida de su heroína ficticia, en sus facetas de hija, esposa, madre y abuela. Y su planteamiento invita al lector a reflexionar

Efectivamente, la trilogía posee un espíritu ético que se percibe desde el mismo comienzo de la historia hasta su punto final. En ese mismo sentido, el texto contiene una galería de personajes de excepción. A saber, caballeros valerosos, monjes piadosos, sacerdotes, granjeros, señores y damas nobles, monjas e, incluso, prostitutas… Sirviéndose de estas y otras figuras y de sus comportamientos, Sigrid Undset construyó una parábola de ámbito universal

En otro sentido, y en relación con una constante en la narrativa de Undset, es muy interesante adentrarse en la vida emocional de la protagonista de la historia a través del cariño que recibe de Lavrans, una figura paternal sin igual; conociendo el destino que tuvieron los hombres que la amaron, que no fueron pocos ni similares; o comprobando las emociones que despiertan en ella sus hijos varones, como también las que siente en su calidad de abuela, la escritora diseccionó con audacia la singularidad del mundo sensitivo femenino.

Y hasta aquí me permito contar sobre Cristina, hija de Lavrans, una historia que se quedará conmigo para siempre, y a la que volveré más de una vez.

Dicen algunos críticos, que La corona, el primer volumen del ciclo, no está a la altura del resto de la trilogía, que su contenido es sensacionalista en comparación con la calidad del resto de la narración, aunque yo no he tenido esta percepción. Si esto es así o no, es el turno del lector.


<Entre la fe y la incredulidad, un soplo. Entre la certeza y la duda, un soplo. Alégrate en este soplo presente donde vives, pues la vida misma está en el soplo que pasa.> Omar Khayyam (1048-1131)


Undine von Reinecke ♪


La autora por la Editorial

Fuente: Ediciones Encuentro

Sigrid Undset

Sigrid Undset nació en Kalundborg, Dinamarca, en 1882, aunque se trasladaría con solo dos años con su familia a vivir a Oslo. Hija de un afamado catedrático de arqueología, de quien tomó el amor por la historia, sus obras destacaron pronto por la exactitud en la reconstrucción de la Noruega medieval. Sus primeras novelas, La señora Marta Oulie y La edad dichosa (1907), manifestaron ya su otra gran virtud: el perfecto conocimiento del mundo de la mujer. Ambas fuentes de inspiración confluyeron en su obra maestra, Cristina, hija de Lavrans, publicada en tres volúmenes entre 1920 y 1922. Le fue otorgado el premio Nobel de Literatura en 1928. Poco después de la publicación de Cristina, Sigrid Undset se convirtió al catolicismo atraída sobre todo, como dice Gabetti, por su tono general de humanidad. Fue acogida oficialmente en la Iglesia católica en 1925, en Motecassino, a la que perteneció hasta su muerte, el 10 de junio de 1949


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